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428 SATURNINO ARA cular a la del Primer Mundo, sino también a la Iglesia Católica y dentro de ésta, en nuestro caso, a la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, en concreto, en el cumplimiento de su misión y en la formulación de la legislación reguladora del propio carisma. Sobre el nuevo estilo de servicio misionero o evangelizador, descrito en declaraciones y documentos como la Evangelii nuntian- di y Vita consecrata, transcribo del trabajo de la Comisión Teológi­ ca USG, número 24: «... opción por los pobres, lucha por la justicia y la paz, defensa de las culturas e inculturación, cuidado de la creación, deben servirnos como trasfondo, iluminación y guía en nuestra acción misionera. La Iglesia es consciente de que nuestro estilo de evangelización debe asumir el rostro del diálogo (¡diálogo de vida!), de la inserción. Queremos renunciar a la cultura del adversario para dar lugar a la cultura del otro, a quien quere­ mos conocer, respetar, acoger y amar. Esta conciencia eclesial coincide con una reflexión teológica abierta al cosmos, a la eco­ logía, a la totalidad (cristología cósmica, eclesiología católica, convivialidad de la riqueza de los pueblos, etc.) y con una espi­ ritualidad de la encarnación y inserción. No es fácil, sin embar­ go, mantener un adecuado equilibrio en este modelo de misión. Por eso no es extraño que emerjan intervenciones magisteriales, como Dom inus Jesús, que, defendiendo valores esenciales, no cortan el camino del diálogo». ¡Tal vez se olvida al mundo angustiado ente el silencio, ausen­ cia y búsqueda de Dios! En tomo al aspecto legislativo señalaría con el citado documen­ to de la Comisión Teológica la conveniencia de regular la globaliza- ción del nuevo modo de relación entre el hombre y la mujer —véase el número 17— y la necesidad de que la normativa deje de ser euro­ pea y occidental. Advierte el número 22: «Nuestra Iglesia Católica es todavía profundamente europea y occidental. Lo cual se manifiesta en nuestras categorías de pensa­ miento, nuestras formas de gobierno e institución, nuestros estilos de espiritualidad, nuestra liturgia (ritos). Pero hay que reconocer que ese monocentrismo cultural — fruto de nuestra historia— , ha

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