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338 ANTONIO LLAMAS VELA Reyes y Señor de Señores y con atributos propios de su divinidad está presente en el libro, así como la cualificación del pueblo salva do por Cristo, que es un Reino de Sacerdotes. Por contraposición, aparecen en la narrativa de la obra la mención de los jinetes, que siembran el mal y la catástrofe en la historia. También se describe al Dragón (la Serpiente), las dos Bestias a su servicio, así como la Gran prostituta. Estos símbolos indican que el autor de nuestro libro estaba dominado por algunas cuestiones fundamentales: ¿Quién manda en el mundo, Dios o el emperador? ¿Quién salva de los pode res del mundo, el emperador o Cristo? ¿Están los poderes del mundo por encima de Dios o bajo su control? ¿Intervienen estos poderes en los hombres? ¿De qué manera afronta el libro del Apocalipsis esta realidad? Los poderes del mundo menoscaban y reducen la personalidad humana. Baste recordar que al César se le concedía en el imperio el atributo «Deus et Dominus», del mismo modo que los griegos deno minan a Dios, Zeus (06Óc), mientras que el judaismo denomina a Dios, como el Único, e interpretaban a Dios y su unicidad de mane ra reductible, es decir, solamente para Israel, no para los demás pue blos (Éx 20, 7; Dt 6, 4). Estas formas de entender a Dios aparecen para san Juan como contrarias a Dios y a Cristo23. mediante su Cristo. Se trata del cumplimiento en Cristo del Salmo 2. El Reinado de Dios está presente en el Apocalipsis en las proclamaciones del Reinado (Ap 11, 15.17; 12, 10; 19, 6). Las menciones de Dios como Todopoderoso y Rey se aplican al mismo Dios (Ap 1, 8; 4, 8; 11, 17; 15, 3; 16, 7.14; 19, 6.15; 21, 22). La potestad de su Cristo se configura en el libro por la presentación de Cristo como Señor y Rey, con una serie de atributos divinos: «Testigo fiel», «Primogénito de entre los muertos», «Príncipe de los reyes de la tierra» (Ap 1, 5-6). Cristo también es el Hijo del hombre (Ap 1, 13ss.). Cristo es el Cordero degollado, triunfante por su Resu rrección, que recibe de Dios Padre el libro de los siete sellos (Ap 5) y dirige sus fuerzas contra los poderes del mundo (Ap 14, 1-5), del que sale triunfador en el combate final (Ap 17, 14; 19, 16). Todos estos títulos indican que en Cristo se han cumplido todas las prerrogativas veterotestamentarias como Mesías, en una origina lidad sorprendente, porque es poseedor de rasgos divinos que le configuran como Dios, ya desde los inicios del cristianismo. El pueblo de Dios, salvado y redimido por Jesucristo se le concede la calificación de Reino y Sacerdotes, sirviéndose del modelo narrativo del libro del Éxodo (Éx 19, 6). 23 M. E. B oring , «The Theology of Revelation: The Lord our God the Almigthy Reigns», en Interpr\§ (1986) 257-269.
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