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DIOS Y LOS PODERES DEL MUNDO EN EL LIBRO DEL APOCALIPSIS 355 el arquetipo de la locura, la inestabilidad y la indiscreción personifi­ cada. Tiene un carácter irritante y entrometido, quiere resultar gran­ de y toda ella gira en tomo a tener, valer y gozar. Todo viene deci­ dido por ella, a ella está todo está referido y todo es utilizado según su libre albedrío. A ella le viene asignado un puesto central y así termina por estar absolutamente aislada. Ella es rechazada por Dios y quiere que todo pequeños y grandes la obedezcan. Ella condicio­ na la libertad de todos, de tal modo que su vida consiste en no res­ petar a Dios ni a los hombres (Le 18, 2). CONCLUSIÓN El Apocalipsis ha hablado del plan salvador de Dios y el Reino de su Cristo, enfrentados con los poderes del mundo. Cristo, es el Cordero humillado y glorioso, Creador de la Iglesia. Los poderes del mundo son como los Jinetes, descritos por san Juan y realizan en medio del mundo, la violencia que genera la guerra y las contien­ das entre hermanos, el hambre y la sed. Todo ello lleva a la muerte que Cristo vence con la vida. Dios no quiere tampoco la idolatría, el endiosamiento de la personalidad humana, ni la sustitución de Dios por el hombre, ni siquiera servirse de Dios para provecho y beneficio propio, sino abrirse al bien común con el fin de que se genere la justicia y la paz, no la división, el odio, la envidia y estar al servicio de los ídolos o las imágenes que tienen los pies de barro. Así es como podemos actualizar y desenmascarar el poder del Dra­ gón y las bestias que están a su servicio. El Reino de Dios, no puede ser reducido a cualquier clase de prostitución, seducción, apariencia y mentira, sino por la transparencia de la fe, la tenacidad de la espe­ ranza y los trabajos de la caridad. Dios y su Cristo están continua­ mente enfrentados a los poderes del mundo, aquellos que generan una mala organización de la ciudad terrena y olvidan su misión, porque absolutizan su poder y se construyen a sí mismo dioses y estatuas que, como la gran prostituta del Apocalipsis, realizan todo tipo de abominaciones contra los hombres y pasan sin pena ni glo­ ria, pues su poder es efímero. Antonio L lamas V ela

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