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DIOS Y LOS PODERES DEL MUNDO EN EL LIBRO DEL APOCALIPSIS 353 Cordero, tomando como base para dicha antítesis un pasaje del pro­ feta Jeremías (Jr 51, 13). El Apocalipsis contempla a Babilonia como una prostituta que cabalga sobre la bestia (Ap 17, 1-3). Luego, el autor describe la visión de la esposa, la mujer del Cordero que des­ ciende del cielo como la Jerusalén celeste (Ap 21, 9-10). La esposa se une al Cordero (Jesucristo). Ella está unida por un amor absoluto y vive en comunión con Él. La prostituta, en cambio, está libre y sin ningún vínculo. Está solamente para ella, no reconoce ligamen ni obligación alguna. Se goza en el poseer y en el tener o en el placer, todo lo demás le es indiferente. Rechaza la unión con Dios y, por tanto, la comunión con Él no tiene valor para ella y desdeña el res­ peto a la dignidad de los hombres. Para san Juan, esta prostituta representa los poderes humanos que rechazan a Dios, viven para sí mismos, para su propio poder, el placer y el lujo. Los poderosos se embriagan con la lujuria como la única salida de una vida totalmente disoluta, de espaldas a Dios, abastecida de sin razones, egoísmos y culto a su propia personali­ dad. Esto lleva al desprecio a los demás y al establecimiento cons­ tante de una provocación a Dios al que se pretende sustituir bajo la faz de un rostro hipócrita. El desierto es el lugar elegido por la prostituta, su vacío y su desolación, hace que ella misma se sitúe en contra de Dios. Ella es enemiga de la divinidad, es decir, de todo aquello que provenga de Dios y de su Cristo. Por eso dijimos anteriormente que el libro del Apocalipsis se concentraba todo en torno al Reinado de Dios y de su Cristo, como clave de lectura. San Juan contempla la mujer que se sienta sobre la bestia color rojo escarlata. Es la bestia, que tiene siete cabezas y diez cuernos y nombres blasfemos, que sale del mar (Ap 13, 1) y encarna los poderes contrarios a Dios. Al mismo tiem­ po, en color rojo escarlata, se manifiesta su relación con la prostitu­ ta, que tiene así sus vestidos. El vestido y las alhajas de la mujer son de materiales muy cos­ tosos. Todavía más extensamente se describe su resplandor y su lujo en los lamentos de los mercaderes (Ap 18, 11-13.16). Todo lo que es alcanzable en la tierra, ella lo trae y lo usa para dar esplendor y lujo a su propia vida, para encandilar a todos los que la vean. Todo lo que se pueda encontrar en la creación de Dios, ella no lo usa para glorificar al Creador, sino para encantarse a sí misma, para

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