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DIOS Y LOS PODERES DEL MUNDO EN EL LIBRO DEL APOCALIPSIS 351 blo (Ap 2, 10), que manifiesta su fuerza física (10 cuernos) y su poder político (10 diademas). El autor ha querido mostrar con estos dos números: de una parte, el poder arrogante de los poderosos, que especifica con el número 7, y de otra parte, el caos y el desor­ den, que expresa con el número 10. La segunda bestia surge de la tierra, casi no se distingue de la primera y aunque su apariencia no sea la misma, pues tenía dos cuernos como de cordero, hablaba como una serpiente y tiene idén­ tico objetivo (Ap 13, 11-18). Su voz manifiesta el verdadero carácter, ella pertenece al Dragón que ejerce el poder sobre la primera bestia y que ella hace adorar. Esta segunda bestia debe servir a la primera y tiene tres características especiales: 1.a) Ella realiza signos y prodigios y hace descender fuego a la tierra (Ap 13, 13). 2.a) Ella seduce a los habitantes de la tierra para que hagan una imagen en honor de la bestia y fueran exterminados los que no la adorasen. De ahí que esta segunda bestia se identifica con el falso profeta (Ap 16, 14-15; 19, 20; 20, 10). 3.a) Ella hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente (Ap 13, 16). La bestia marca a los hombres con el número de su nombre (Ap 13, 17-18)52. San Juan muestra con la imagen de la primera bestia que el cristiano debe optar por Dios. El seguimiento consiste en dejarse conducir por el Cordero que lleva a los suyos al Monte Sión y luchan con Él contra aquellos que hacen la guerra. La otra opción es deci­ dirse por Satán, es decir, por la negatividad, el mal en la historia. Esto conlleva el culto a la persona, la mentira como norma de vida, la apariencia, la voluntad demoníaca de sustituir a Dios, erigiéndose en imagen cuyas manos y pies son de barro y cuya efigie pertenece a la hechura de manos humanas, manchadas con la sangre de sus propios semejantes. De ahí que el autor de nuestro libro desenmas­ cara el mal, representado en este ser extraño y opuesto claramente al Cordero, realizador de la obra de la salvación. 52 P. Prigent, L ’Apocalypse, 198-199.

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