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DIOS Y LOS PODERES DEL MUNDO EN EL LIBRO DEL APOCALIPSIS 343 te victorioso toma un nuevo sentido. Cristo es al mismo tiempo el juez de los tiempos del fin, esto es, de la era escatológica, de ahí que el autor otorga a Cristo la acción de juzgar. La palabra de Cristo es la que juzga al hombre, porque de su «boca sale una espada afi­ lada» (Ap 19, 15). d) El sentido de «luchar» debe entenderse no de una manera física, que sin lugar a dudas llevaría consigo la muerte y la aniquila­ ción, la guerra y la violencia. El sentido de las palabras: «y salió ven­ cedor para seguir venciendo» tiene una significación meramente material. El verbo «luchar» aplicado a Cristo ha de entenderse en un doble sentido. De una parte «luchar», significa juzgar. Es decir, el Jine­ te (Cristo) discierne y lucha contra el mal. Y de otra parte, el Caba­ llero «protege» a los suyos de los enemigos de la Iglesia. E l seg u n d o J inete (Ap 6, 3-4). El autor del Apocalipsis se sirve como ya hemos indicado para la descripción del segundo Jinete de algunos lugares veterotesta- mentarios (Dan 2, 28; 2Cro 15, 6-7) y de otros pasajes tomados de la literatura judía que preludian la Parusía (Jub 23, 19; lHen 56, 7; 4Esd 5, 9; 6, 24), así como de algunos textos neotestamentarios (Mt 24, 7; Me 13, 8; Le 21, 10) 35. El esquema literario es semejante a la descripción del primer jinete. Se trata de un jinete que cabalga sobre un caballo rojo fuego y está dotado de un poder tremendo y hace la guerra en la tierra 36. El color «rojo» significa fuego como en algunos lugares de la Biblia (2Re 3, 22). No cabe duda que la elección del adjetivo responde a una intención, la destrucción provocada por la guerra. El rojo es también el color del Dragón (Ap 12, 3) y representa muerte y pecado. De ahí que el «color rojo fuego» del segundo creemos que se trata de un guerrero vencedor que nadie puede resistir. Es, por tanto, una personificación del mal que el autor del Apocalipsis ha transformado dán­ dole una nuevas connotaciones que el recrea de los vestigios encontrados en el pro­ feta Zacarías (Zc 1, 8-15; 6, 1-8). 35 R. H . C harles , The Revelation o fSt. John, vol. I, Edinburgh 1979, 164-166. 36 W. J. H arrington , Revelation, Minnesota 1993, 91.

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