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340 ANTONIO LLAMAS VELA las teofanías divinas del Viejo Testamento y otros rasgos visuales que recrea como características de su propio pensamiento. En tercer lugar, como buen judío, conoce la experiencia del Éxodo y muestra las plagas de Egipto que recrea denominándole sellos. El pasaje de los cuatro jinetes está insertado en el primer blo­ que temático (Ap 4, 1-11, 19) y muestra los poderes del mundo representados en ellos (Ap 6, 1-8). El autor de nuestra obra describe estos poderes en una visión celeste: «vi» (el8ov). El verbo «ver» tiene un significado concreto para que los lectores de la obra compren­ dan cómo la imagen celeste debe ser creída e interpretada24. La visión se abre presentando al Cordero25: «Cuando el Corde­ ro abrió el primero de los siete sellos, y uno de los cuatro vivientes decía con gran voz: «ven» (Ap 6, 1). El Cordero es el protagonista de toda esta visión: «eres digno de abrir el libro (de la vida) y sus sellos, 24 En san Juan hemos de distinguir entre el verbo Oedojiai, que significaría una «contemplación serena, desinteresada, ver con admiración»; y el verbo 0ecop€ii/, «observar», como la contemplación de los «dos testigos» (Ap 11, 11) y la contempla­ ción del signo de la «mujer» (Ap 12). Otro verbo pXeTTw (mirar), cuyo significado en el libro del Apocalipsis es «mirar», «ver» según los casos, pues en el libro del Apoca­ lipsis aparece 17 veces y el verbo sugiere «una mirada intensa». Su empleo es abso­ luto algunas veces, cuando va acompañado de un verbo completivo, normalmente introducido por la partícula ó ti (que). Por el contrario, el verbo principal de esta visión es ópdip, y significaría «el acto de ver». Su valor en san Juan se aplica a una visión espiritual, es decir, «vi» (ver) sería igual a «creer». Cuando contemplamos una realidad celeste, esa misma realidad que imaginamos en nuestro intelecto, es un acto de fe. Este verbo «ver» también se emplea para comprobar la duración de la visión y anunciar así un elemento nuevo. Cf. E. D elebecque , «‘Je vis’ dans l’Apocalyp- se», en Rtbom 88 (1988) 460-466. 25 P. A. H arlé , «L’Agneau de l’Apocalypse et le Nouveau Testament», en Etb Relig 31 (1956) 26-35; G. D autzenberg , ápvíov, en H. B alz - G. S chneider , D iccion a­ rio exegético d el Nuevo Testamento, vol. I, Sígueme, Salamanca 1996, 211. El Corde­ ro se repite 29 veces en el Apocalipsis. El autor lo'presenta inmolado, para ejempli­ ficar el aspecto salvífico de su sangre. Cristo es el Cordero para el sacrificio, con lo que san Juan muestra la debilidad y la humillación. El Apocalipsis quiere subrayar la preexistencia del Cordero que simboliza a Cristo, en virtud de su plenitud de poder y la sabiduría, representado en los siete cuernos y en los siete ojos. Así, el autor plasmó la imagen del Cordero para enfatizar el mesianismo de acuerdo con la tradi­ ción apocalíptica. Cristo (Cordero) es para san Juan una armónica simbiosis del Cor­ dero Pascual (Éx 12) y del Cordero del Sacrificio (Is 53, 7). Véase a este propósito, R. Le D éaut , La n uit P ascale, Rome 1963, 333.

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