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276 JOSÉ M. GARCÍA LABORDA gan de nuevo con figuraciones interválicas muy libres, aunque con­ cluyen ambos sobre la nota s o l . Su ductus melódico es de gran aliento, sin apenas pausas o silencios que interrumpan un melodis- mo muy extendido sobre notas largas. La escena queda cerrada por un Tiento partido, al que sigue el coro de niños que entona un Alle- luya que se basa enteramente en el acorde transparente de fa mayor (la transfiguración y superación de la muerte 29). Estas dos últimas escenas reflejan los aspectos del dolor y del sufrimiento en la vida de san Francisco: la cruz (estigmatizada en su propio cuerpo y en su muerte, la «hermana Muerte», como la llama­ ba el santo) como perfil de una vida que sintetiza la perfecta alegría para el espíritu franciscano (¿y para el propio Soler?). Hay en esta obra muchos guiños historicistas (la tradición del Tiento organístico, los restos tonales y modales, los procedimientos casi seriales de algunas melodías, la focalización en torno a algunos acordes y el acorde perfecto mayor del coro final, etc.) que no ocul­ tan, por otra parte, la coherencia del lenguaje tan expresivo e incon­ fundible de Soler. La cuarta obra de Josep Soler sobre san Francisco es hasta ahora la más ambiciosa del compositor catalán. Se trata de una gran com­ posición para voz sorprano y orquesta, encargo de la Orquesta Nacional de Cataluña y de Barcelona, y terminada en noviembre de 2001. Esta composición, que lleva por título Poema de Sant Fran- cesc, está basada en unos versos del gran poeta catalán Jacinto Ver- daguer (que ya había inspirado a Joaquín Rodrigo a escribir, en 1935, el Tríptico de Mossén Cinto). Los versos de Verdaguer, que están impregnados de cierta nostalgia típica finisecular, aluden a la vida y la muerte en el ciclo estacional de la naturaleza (¡dolga és la vida , / dolga es la mort,/ mes dolga es la mort / si d'amor moría !) y, como comenta Josep Soler, recuerdan en sentido inverso el inicio 29 El propio compositor ha dejado escrita su interpretación de este acorde: «El acorde de fa mayor está empleado como homenaje y recuerdo a su (hermosísimo uso), por N. Rimsky-Korsakov, hacia el fina l de La Ciudad invisible de Kitej (Acto IVm, escena 2): el coro canta, por tres veces, en diferentes momentos, saludando la entrada de la protagonista en la ciudad Celestial, siempre sobre este acorde» (Josep S oler , «Introducción a la partitura»; Caries Grebol, «Copisteria musical»). El Poema de Sant Francese, que luego analizamos, concluye también con un acorde de do mayor.

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