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272 JOSÉ M. GARCÍA LABORDA Por otra parte, el tratamiento vocal está totalmente al servicio del texto, en ausencia total de experimentalismos vanguardistas y siguiendo más una trayectoria de recitado silábico solemne y exten­ dido, más cercano a la salmodia medieval o al impresionismo del Pelléas de Debussy, que a las filigranas del belcanto operístico tradi­ cional. La ópera de Messiaen fue estrenada en el teatro de la Ópera de París el 28 de noviembre de 1983 bajo la dirección musical de Seiji Ozawa y con la coreografía de Sandro Sechi y Giuseppe Crisolini Malatesta, actuando en el papel de san Francisco el barítono belga José van Dan; en el papel del ángel, la soprano Christiane Eda-Pie- rre, y en el papel de leproso, el tenor inglés Kenneth Riegel. B) O bras d e c o m p o sit o r e s espa ñ o les in spir a d a s en sa n F r a n c isc o Al igual que algunos de sus colegas europeos varios composi­ tores españoles han sentido igualmente la profunda inspiración que emana de la figura de san Francisco de Asís y de sus más conoci­ dos textos, y han puesto música a diversas escenas franciscanas y especialmente al Cántico de las Criaturas. Uno de los primeros y más prolíferos compositores en acercar­ se a la figura de san Francisco ha sido el compositor catalán Josep Soler Sardá, un compositor muy atraído siempre por textos de carác­ ter religioso y especialmente interesado en el misticismo profunda­ mente cristiano y radical de san Francisco (ya de niño se deleitaba Soler escuchando en la pianola de su casa la Leyenda de San Fran­ cisco de Asís predicando a los pájaros del compositor Franz Liszt). Josep Soler ha escrito hasta ahora cuatro obras inspiradas en san Francisco de Asís. En 1961 compone un poema para gran orquesta titulado San Francisco de Asís, revisado más tarde en 1988 y cuya última parte vuelve a aparecer en el posterior Poema de Sant Francesc para voz y orquesta de 2001. La obra fue estrenada en el Palau de la Música catalana el 8 de marzo de 1962 por la Orquesta Municipal de Barcelona bajo la direción de Rafael Ferrer. Dedicada a Cristófor Taltabull (con el que Soler estudiaba durante estos años) fue Premio Ciutat de Barcelona en 1962 y está escrita bajo la impre­ sión que le causó a Soler la lectura de la obra del gran poeta griego

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