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EXPERIENCIA EVANGELIZADORA DE LOS CAPUCHINOS.. 201 porque nos lleva a no caer en falsas posturas, creyendo que un pue­ blo ha permanecido totalmente indemne a la cultura con la que ha entrado en contacto. El caso de los barí resulta especialmente signi­ ficativo puesto que en el lapso de unos ciento cincuenta años su contacto con la cultura occidental fue nulo, pero en el pueblo per­ vivió aquello que habían ido asumiendo en las décadas anteriores. Al mismo tiempo, la asunción de valores de otra cultura no supone un simple sincretismo, puesto que de haber sido así hubiera dado lugar a una nueva religiosidad y, por lo mismo, a una nueva cultu­ ra. Se trata simplemente de la asimilación de valores que ayudan a explicar o dar forma a sus mitos originales. Si además estas figuras no hubieran sido válidas para los indígenas, ellos mismos las hubie­ ran desechado. Esta misma experiencia lleva a que los mismos misioneros vean su trabajo como algo válido e interesante para la etnia a la que sirven, aun con la constante de que no caminan al ritmo que uno desearía, puesto que su ritmo siempre es diverso del occidental. Algo que, por otra parte, resulta totalmente lógico. La asimilación de unos conceptos y de una doctrina no es tarea para un cursillo de fin de semana, sino que forma parte del día a día, necesitando tiempo suficiente para asimilarse y hacerse parte consti­ tutiva del pueblo. Cuando a lo largo de mi experiencia de tres años entablé con­ tacto con algún antropólogo siempre tuve la sensación de que les movía únicamente una pretensión totalmente egoísta; interesada úni­ camente por una cultura o un pueblo de manera teórica, entendido totalmente al margen de las personas que lo componían. Les intere­ saba conocer, catalogar, estudiar... sin tener en cuenta las necesida­ des concretas de una persona que, sin lugar a dudas, también tiene derecho a una vivienda digna, a unos estudios, a unos bienes que hagan su vida más fácil y al reconocimiento de la propiedad de la tierra de sus antepasados. Aquí el misionero encuentra siempre una pared difícil de salvar. Éste se descubre a caballo entre la cultura indígena y una comunidad con personas que tienen nombres y ape­ llidos, a los que indudablemente quiere comunicar un mensaje de salvación, pero que además tiene que ir acompañando y conducien­ do para que ese mensaje sea plenamente comprensible en su vida. Para ello, serán también importantes una serie de servicios y traba­ jos que asumirá como parte de su tarea, haciéndolo con gozo y

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