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200 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ Por otra parte, desde el campo antropológico es éste el aspec­ to que se ataca con mayor virulencia, fundamentalmente en razón de que es un aspecto que engloba toda la vida de un pueblo y determina una manera de actuar y comportarse. Indudablemente esto sucede también con los barí, aunque teniendo en cuenta su idiosincrasia propia. Es preciso señalar cómo en la misma mitología tradicional barí se deja ya sentir el contacto con los misioneros a lo largo del siglo xvn. Sus mitos de carácter escatológico desprenden una concepción de la inmortalidad, del juicio, del cielo o castigo que estaba claramente recogida de la tradición cristiana. A lo largo de los años y de los siglos los barí la han ido asumiendo como algo propio. Sería totalmente falso decir que eso no pertenece a su acer­ bo cultural como pueblo. Por otra parte, la figura fabulosa de Saba- seba es fundamental en toda la cultura barí; todos los elementos están unificados a partir de esta figura mitológica y funcional, pree­ xistente y omnipresente en todos los momentos y en todas las rea­ lidades que se suceden en la vida diaria de la comunidad barí. Así, para los barí, la tarea magistral de Sabaseba es algo que identifican en el tiempo y en el espacio. Permanece un largo tiempo entre ellos, comparte su vida, visita los bohíos... El estar entre los barí y participar de su realidad, por parte de Sabaseba, representó para ellos una época dorada a la que se retrotraen de manera míti­ ca: todos eran felices. La plenitud de la felicidad viene atestiguada por la inmortalidad de los barí; cuando algún barí enfermaba, Saba­ seba los curaba. El hecho de una intervención desafortunada de un joven barí provoca la ira de Sabaseba y su decisión de alejarse del mundo barí para siempre. Este acontecimiento representa la división de la historia en dos mundo que ya no se volverán a encontrar: el mundo mítico-paradisíaco y la realidad cotidiana actual. Sabaseba se fue y sigue vivo, pero ya no actúa personalmente en la vida de los barí. Los barí, recordando la felicidad perdida, entienden que en tanto en cuanto se aproximen en la forma adecuada al proyecto pre­ sentado por Sabaseba, se acercan nuevamente a la felicidad perdida y, en la medida que se distancien de él, serán más infelices. Sabaseba, por tanto, sin llegar a tratarse de una figura que equi­ valga a la imagen occidental de Dios, sí mantiene un valor trascen­ dente y personal para el pueblo, desplegándose así a lo largo de los siglos en todos sus mitos. Este detalle es de singular importancia

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