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EXPERIENCIA EVANGELIZADORA DE LOS CAPUCHINOS.. 199 después de la primera formación, son enviados a centros especiali­ zados para ocupar las necesidades propias de cada comunidad. En un período de unos quince años, los barí pasan de la edad de pie­ dra, puesto que no eran capaces de manipular el hierro, a contar con enfermeros y maestros de su propia etnia. El ejemplo de aque­ llos que regresan para ocupar estas responsabilidades, anima a crear una cadena con los que quieren seguir este modelo. Esta serie de individuos tiene ya una mentalidad diversa, viven a caballo entre dos mundos: el de su tradición y la de aquel que se les ha impuesto en su contacto con el exterior. Esta realidad, que para los antropólogos resulta intolerable, en el fondo es una de las pocas posibilidades que tienen para subsistir como pueblo. En este punto no se puede ser ingenuo. De nada serviría que un pueblo permaneciese en toda su pureza, ya que estaría totalmente conde­ nado a su propia destrucción. Sólo un conocimiento del mundo ante el que viven, así como los medios que tienen a su alcance les per­ mite hacerse fuertes y, lo que es más importante, hacer oír su voz ante un mundo eminentemente hostil para con ellos. No se trata aquí de hacer apología de una manera de actuar en el campo misio­ nero, sino de llegar a un punto de encuentro donde la cultura indí­ gena perviva y se fortalezca, acomodándose de tal manera que no fenezca ante una cultura exterior dominante. Con la intención de apoyar el sostenimiento de esa cultura, los misioneros afrontaron el reto de estudiar su cultura, lengua, tradi­ ciones... hecho que ha quedado reflejado en innumerables publica­ ciones de carácter científico y divulgativo. 5. LA IGLESIA Y LOS BARÍ Es éste el punto central de la reflexión y también el de mayor problemática. Dicha dificultad es intrínseca al tema a abordar; afron­ tar el gran reto evangelizador ante una nueva cultura supone perder parte de su identidad, o por el contrario, que sea el mensaje a trans­ mitir el que pierda fuerza y unidad. Al mismo tiempo, el reto evan­ gelizador es la razón de ser del misionero. Éste podrá desempeñar diversas tareas pero, en su razón de ser más profunda, todas han de ir orientadas hacia el mensaje a comunicar.

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