PS_NyG_2003v050n001p0193_0208

EXPERIENCIA EVANGELIZADORA DE LOS CAPUCHINOS. 195 población. Esta última decrece significativamente y las argucias para ocupar sus espacios son innumerables. Por fin, en 1947, los Capuchi­ nos comienzan la campaña aérea de pacificación de los motilones. Era un nuevo concepto de entablar contacto con aquel reducto gue­ rrero que permanecía totalmente al margen de la sociedad occidental. Los Capuchinos comienzan a enviar «bombas de paz». Dichas bombas eran un amasijo de útiles y alimentos, amén de fotos de los misione­ ros que fueran mostrando la intención amistosa de los mismos. La etapa final de dicha campaña culmina el 22 de julio de I960. Cuatro misioneros, dos por tierra y otros dos en helicóptero, se introducen en el territorio barí, llegando hasta dos bohíos importantes. Desde este momento, los bravos y temidos motilones se tornan en los ale­ gres y fraternos barí. La imagen de los misioneros saltando del heli­ cóptero dio la vuelta al mundo. Hasta el afable y bonachón Juan XXIII se hará eco de la noticia y mandará un donativo para la evangeliza- ción de la etnia barí. Después de la gesta heroica comenzó el contacto pausado y diario de los misioneros y misioneras. Ya no se trataba simplemente de unas fotografías para mostrar a la gente. Como muy bien sabían los misioneros, comenzaba un trabajo diario y entregado en medio del pueblo barí. Sin lugar a dudas y lejos de todo triunfalismo, si los misioneros no hubieran tenido el coraje de provocar ese reen­ cuentro, posiblemente hoy en día no quedaría ningún miembro de esta etnia en la Sierra de Perijá. La situación no era fácil, el interés que suscitaba la desaparición de los barí para los hacendados ávi­ dos de tierra exigía a los misioneros seguir luchando de manera decidida y firme. Con este fin los misioneros habían logrado que el gobierno de Venezuela, mediante los ministerios de agricultura y justicia, reconociera una fórmula que ellos habían ideado: la zona indígena reservada. Un amplio territorio que quedaba definitivamen­ te destinado a aquellos pobladores de la Sierra de Perijá. Con todo, fueron diversos los hacendados que intentaron apoderarse también de estas tierras, aunque el esfuerzo de los misioneros logró que fue­ ran devueltas a sus legítimos posesores desde épocas inmemoriales. Para ello tuvieron también que sufrir grandes vejaciones y hasta algún conato de atentado. Por otra parte, los Capuchinos se encuentran con un pueblo con una fuerte conciencia comunitaria y una alta estima de su pro-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz