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188 JOAQUÍN ESTEBAN ORTEGA Pero recordemos que la realidad radical es la vida, por lo que, desde la perspectiva vital, nos encontramos situados en el mejor camino para entender el modo de manifestársele al hombre la verdad. 2.3. V e r d a d c o m o d e s v e la m ie n to En la sólida fundación que suponen las Meditaciones del Qui­ jote para el pensamiento de su autor se nos exponen perfectamente definidos dos planos de realidades: por un lado, la propia de una actitud pasiva que es dada en impresiones y que nos es patente y, por otro, la propia de una actitud activa que manifiesta la verdad desnuda de las cosas en su latencia. La dimensión superficial de los diversos árboles del bosque es la que posibilita, desde la ausencia, la existencia profunda del bosque 38. Así, «hay, pues, toda una parte de la realidad que se nos ofrece sin más esfuerzo que abrir ojos y oídos —el mundo de las puras impresiones—. Bien que le llame­ mos mundo patente. Pero hay un transmundo constituido por estructuras de impresiones, que si es latente con relación a aquél no es, por ello, menos real. Necesitamos, es cierto, para que este mundo superior exista ante nosotros, abrir algo más que los ojos, ejercitar actos de mayor esfuerzo, pero la medida de este esfuerzo no quita ni pone realidad a aquél. El mundo profundo es tan claro como el superficial, sólo que exige más de nosotros»39. Dos son, a nuestro modo de ver, los retos que nos plantea este texto: en pri­ mer lugar, nos es preciso saber cuál es la índole y la expresividad de ese transmundo latente; y en segundo lugar, cómo es el sobrea­ ñadido de esfuerzo que exige de nosotros para acceder a él. Al pri­ mer reto Ortega nos responde con su teoría de la verdad como alét- heia y al segundo con su teoría del concepto. Sin ánimo de exhaustividad, veámoslo por partes. La índole de la realidad que nos es latente le sitúa a Ortega en el concepto de verdad. Pero no se puede tratar de una verdad ina­ movible y sustantiva, ya que el yo y la vida han sido resituados en la circunstancia. Por eso, es preciso rehabilitar el sentido griego de 38 Cf. OC, I, p. 331. 39 OC, I, p. 335.

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