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VIDA Y VERDAD EN ORTEGA Y GASSET La verdad siempre ha sido reacia a ser atravesada por la vida. Siempre ha desconfiado de sus incoherencias. Es posible que, al comenzar expresándonos con esta contundencia retórica, rápida­ mente se nos pueda objetar que era precisamente la vida la que entraba en juego cuando el ser ideal o sustancial de los clásicos grie­ gos se apoderaba de la verdad, o que era la vida precisamente en quien incidía la trascendencia teológica de la verdad, o que la vida era la que se clarificaba en esencia al establecer rigurosas certezas metódicas para un sujeto neutralizante, o, por último, que es la vida la que se recalifica mediante el cálculo científico y el juego instru­ mental de la razón. Sin embargo, creemos que todo ello no ha conseguido impreg­ nar la vida de verdad y la verdad de vida y que ha sido la gestación del pensamiento contemporáneo, al constatar la historicidad como una categoría encarnada comunitariamente en el lenguaje, en los cuer­ pos y en las instituciones, la que ha hecho que la realidad humana se autentifique en la toma de conciencia de su propio dinamismo. Muchos son los protagonistas de este tránsito que ni siquiera enumeraremos. Ortega y Gasset tiene en esa nómina, sin duda, un papel de especial significación. El que la razón se revitalice y el que la vida sea entendida como una narración permanente de nuestros quehaceres ha abierto la posibilidad de introducir la heterodoxia del tiempo y de la mutabilidad en la concepción de la verdad. En lo que sigue queremos detenernos, de forma analítica, a constatar el modo en el que se articula este juego de reciprocidades en los textos orteguianos para seguir sentando las bases de los retos de la complejidad hermenéutica en el pensamiento actual. 1. LA VIDA COMO PUNTO DE PARTIDA Al entender Ortega la vida como el momento radicalmente pre­ vio a todo el quehacer del hombre, resulta consecuente constatar que

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