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SALMOS DE VÍSPERAS DE LA I SEMANA 169 rra. Como si de la guerra fueran víctimas lo mismo agredidos que agresores... No destruye armas enemigas, reforzando las de su pue­ blo, sino que destruye las armas como tales, porque su finalidad es poner fin a las guerras» (Schókel-Carniti, I, 662s.; cf. Is 2, 1-4; 9, 4; Miq 5, 9s.). Aparece una última llamada o invitación puesta en labios de Dios mismo (cf. Is 33, 13): «Rendios, reconoced que yo soy Dios» «vacate, et videte quoniam ego sum Deus». «El contenido de este ‘reconocimiento’ de fe es doble: ‘yo soy Dios’ y el señorío trascen­ dente (‘excelso’) sobre la historia (‘las naciones’) y sobre la natura­ leza (‘tierra’)» (Ravasi, I, 836). La segunda parte es el contenido del salmo, mientras que la primera es «una síntesis de la fórmula de la alianza en la que Dios se autoproclama salvador vinculado a su pue­ blo... El salmo se concluye con la confesión de la trascendencia (‘excelso’) y de la inmanencia de Dios, de su amor y de la comu­ nión que él establece con el hombre» (ib.). 3. L ectura C ristian a - a c t u a liza c ió n La sentencia que encabeza el salmo enfoca bien su contenido cristológico: «Le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios- con-nosotros’»(Mt 1, 23). Con otros términos lo expresará más tarde el prólogo del IV Evangelio: «El Verbo se hizo carne y puso su tien­ da entre nosotros» (Jn 1.14). Jesucristo está con nosotros donde dos o tres estén reunidos en su nombre, él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 18, 20; 28, 20). En medio de la tormenta, Jesús exhorta a sus discípulos a no temer: «‘Señor, sálvanos que perecemos’. Díceles Jesús: ‘¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?’»(Mt 8, 25s.). La lectura eclesiológica es también clara en la trasposición cris­ tiana: la ‘ciudad de Dios’ es ahora en la peregrinación, la Iglesia, alegrada por los ríos de la gracia de los sacramentos; pero también la Jerusalén del cielo: «Luego me mostró el río de agua de vida, bri­ llante como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero» (Apoc 22, 1). Pablo también procede a una relectura eclesiológica de Sión en Gál 4, 26: «la Jerusalén de arriba... es nuestra madre»; interpretación profundizada por los Padres con su teología tipológi-

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