PS_NyG_2003v050n001p0111_0172

SALMOS DE VÍSPERAS DE LA I SEMANA 167 «refugium et virtus, adiutorium» (cf. Sal 13, 6; 60, 4; 61, 8-9; 70, 7; Is 33, 22; Jer 16, 19; Joel 4, 16-21)41. — La profesión de fe se prueba y verifica en el peligro: un impresionante cataclismo se cierne sobre Sión: la tierra tiembla, los montes se desploman, el mar se embravece (w. 3-4). «Es como una irrupción apocalíptica que se opone a la paz de la ciudad santa, ais­ lada en su anillo luminoso de protección divina» (Ravasi, I, 830). Frente a tan poderosa amenaza cósmica42, el pueblo no teme: «non timebimus», «dispone de un refugio y una fortaleza no fabricados por el hombre, porque son Dios mismo» (Schókel-Carniti, I, 660), porque Dios es ‘poderoso defensor en el peligro’, porque Dios ‘está con nosotros’. — En fuerte contraste con lo que acabamos de decir, se descri­ be ahora (w. 5-7) la serenidad, el esplendor de Sión. Mientras en el cuadro anterior las aguas eran una amenaza destructora, aquí son expresión de alegría, belleza y vida: «el correr de las acequias alegra la ciudad de Dios» «Fluminis rivi laetificant civitatem Del *43. De Sión- Jerusalén se dice que es la ‘ciudad de Dios’ ( civitatem D ei’X la ‘mora­ da’ (: sancta tabemacula ’) del Altísimo. Lo que esto implica se dice en el siguiente verso. Como Dios está en Jerusalén, por eso no vacila: «Deus in medio eius, non commovebitur» 44. Según la tradición bíbli- 41 «La confesión hímnica a Dios, que en su fuerza compacta refleja desde el comienzo del salmo la impresión de la epifanía de Dios en el culto, recoge en sí la fuerza, el coraje y la alegría de la confianza en Dios, y traza así temáticamente la acti­ tud de la fe que sostiene todo el himno» (A. Weiser, I, 383). 42 «El poeta tiene en su mente la imagen de un terremoto, de un inmenso cata­ clismo de la naturaleza jamás visto. Pensamos en seguida en los numerosos terremo­ tos que han devastado hasta nuestros días a Siria y Palestina: cf. Is 24, 19s.; 54, 10; Ag 2, 6» (Kraus, I, 702). 43 Pero Jerusalén no tiene río; parece que esta imagen evoca la representación mitológica del paraíso: Gén 2, 10-14; cf. Ez 47, 1; Joel 4, 18; Za 4, 8; Apoc 22, ls. «El poeta usa aquí la imagen del río de bendición del paraíso, para indicar la cercanía bendiciente y protectora de Dios, la fuente auténtica de alegría para Jerusalén, la ciu­ dad de Dios* (A. Weiser, I, 386). 44 «El dogma de la inhabitación de Dios en medio de su pueblo, sostén ideo­ lógico de la teología de Sión y de la neotestamentaria (la moné de Juan, o sea, la ‘morada’ divina en el fiel; la misma mariología de Le 1, 31), es la fuente de la con­ fianza (Éx 33, 3; 34, 9; Dt 6, 15; 7, 21; 31, 7; Os 11, 9; Am 5, 17; Jer 14, 9; Sof 3, 15; Joel 4, 17; ISam 4, 3; 2Re 19, 35> (Ravasi, I, 833).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz