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SALMOS DE VÍSPERAS DE LA I SEMANA 163 bien, en que —gracias a la intervención salvadora de Yahvé— los calumniadores queden desenmascarados como ‘malvados’ que son, y tengan que sufrir con vergüenza y desgracia un juicio de Dios, que caerá sobre ellos» (Kraus, I, 658). El orante eleva un verdadero acto de fe: ‘en esto conozco’: la primera certeza es el amor de Dios, que Dios le ama ( voluisti m e); la segunda es que Dios apoya y sostiene al justo: ‘el enemigo no triunfa de mí’ ( ‘non gaudebit inim icus meus super m e); la tercera es la comunión con Dios: ‘me mantienes siempre en tu presencia’ Cet sta tu isti me in conspectu tuo in aetem um ’). Con la doxología ( ‘Benedictus Dom inus Deus Israel) termina el primer libro de los cinco del salterio: amén, amén, es «el verbo de la fe, de la confianza y de la adhesión, el verbo que resume espléndidamente la actitud con que es necesario celebrar la plegaria sálmica» (Ravasi, I, 752s.). 3. L ec tu r a cristian a - a c t u a liza c ió n Aludiendo al v. 10, en que se lamenta la traición del amigo, la sentencia cristiana se refiere a la traición de Judas: «uno de vosotros me va a entregar, uno que está comiendo conmigo» (Me 14, 18). Expresamente Jn 13, 18 cita este versículo. La bienaventuranza con que principia el salmo puede empal­ mar con la primera bienaventuranza evangélica: «dichosos los pobres... porque de ellos / vuestro es el reino de los cielos / el reino de Dios» (Mt 5, 3; Le 6, 20). La confesión «he pecado contra ti» (v. 5) evoca la confesión del hijo pródigo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti» (Le 15, 18.21). 4. C o m e n t a r io d e S a n A g u st ín «Oigamos algo en este salmo que se refiera a su pasión... Nues­ tro Señor Jesucristo con frecuencia habla de sí mismo, es decir, de su propia persona, como cabeza nuestra; otras, en representación de su cuerpo, que somos nosotros y su Iglesia, apareciendo así que

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