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162 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL GONZÁLEZ Hecha la confesión, aparecen los ‘enemigos’. Con frecuencia, en este tipo de plegarias se observa que «el orante se siente culpa ble delante de Dios, pero siempre inocente delante de los enemi gos. Este dato, además de caracterizar la tipología de los enemigos frecuentemente como un símbolo del mal mismo, hace resaltar el aspecto exquisitamente teológico del pecado bíblico» (Ravasi, I, 750). La descripción de los enemigos contiene los siguientes ele mentos: A modo de maldición se desea la muerte del enfermo, pero una muerte que va más allá de la muerte física o biológica, pues alcanza a la memoria: «y se acaba su apellido» (cf. Sal 9, 6-7; 33, 17; 82, 5; 108, 13.15; Job 18, 17; Dt 7, 24; 9, 14; 12, 3; 29, 19): «Quando morie- tur, etperibit nomen eius?». La visita al enfermo (de hondas raíces bíblicas: 2Sam 13, 5-6; 2Re 8, 29; Job 2, 11-13; 35, 11) se transforma en un escarnio, en una burla. De ella toman pie para hacer el diagnóstico: el mal que afecta al enfermo es definitivo: «Maleficium effusum est in eo; et qu i decum bit non adiciet ut resurgat». Los enemigos lanzan entonces «un juicio sobre la conmixtión de pecado y muerte que se está rami- ficando en el sufriente» (Ravasi, I, 751). Pero el dolor se intensifica con la presencia del amigo traidor: porque «la violación de la amistad y de las relaciones de hospitali dad es uno de los máximos delitos para el oriente» (Ravasi, I, 751; cf. Jer 20, 10; Job 6, 15-21; Sal 37, 12; 87, 9-19; Jn 13, 18). Parece que el traidor — «homo p a cis meae» — «es el hombre con quien el salmista había contraído una relación indestructible de confianza y amistad: el amigo más íntimo. El signo de esa relación inquebranta ble de confianza es celebrar una comida juntos... La comida en común crea ‘comunión’» (Kraus, I, 658): «edebatpanem meum». Estrofas 9-12 : Por encima de la agresión de los enemigos triun fa la esperanza en Dios. El salmista pide ardientemente levantarse de su lecho de muerte, que el enemigo no triunfe; pero «según la ley del talión, ahora el orante debe ‘pagar’ con maldiciones a sus enemi gos, alineándose así con la justicia de Dios que, curándolo, los han condenado indirectamente a ellos (Job 42, 7ss.> (Ravasi, 752): «Resus- cita me, et retribuam eis». O sea que «la ‘retribución’ consistirá, más
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