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SALMOS DE VÍSPERAS DE LA I SEMANA 157 méritos adquiridos, sino simplemente porque el pecador pidió per­ dón» (Schókel-Carniti, I, 501). Se puede leer también este salmo a la luz de ljn 1, 8s.: «Si deci­ mos: 7Vo tenemospecado nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados ; fie l y justo es élpara perdonamos lospecados y purificamos de toda injusticia». Posidio, en su biografía de san Agustín, afirma que este salmo le era particularmente grato al santo, de modo que lo hizo grabar en una lámina que puso en la pared de su habitación: «lo leía entre lágrimas y en él encontraba gran paz y consuelo sobre todo durante su última enfermedad» (Ravasi, I, 592). También A. Weiser asegura que «fue el salmo favorito de Agustín, y que Lutero, junto con los Sal 50; 129; 142, ha llamado uno de los salmos paulinos» (I, 293). 4. C om en ta rio d e S an A gustín «No presumas, para conseguir el reino, de tu propia justicia; ni tampoco presumas, para pecar, de la misericordia de Dios» (I, 386). Agustín sitúa su comentario a la luz de Rom 4 sobre la justifica­ ción por la fe. «Muchos blasonan de sus obras (multi enim glorian- tur de operibus), y por eso encuentras a muchos paganos que no quieren hacerse cristianos porque piensan que se bastan a sí mismos con su buena vida (quasi sujficiunt sibi de bona vita sua)» (I, 386s.). Para vivir bien, -quid mihi necessarius est ChristusP» (I, 387). «Todas las obras que se ejecutan antes de la fe, aunque parezcan laudables a los hombres, son vanas... Nadie tenga en cuenta sus obras antes de la fe. En donde no hay fe no hay obra buena. La intención forja la buena obra, la fe encauza la intención. No atiendas demasiado a qué haga el hombre, sino a qué mire al obrar, adonde encamine el brazo del buen gobierno» (I, 388s). «Si la fe se encuentra sin caridad, se halla sin obras (sifides sine dilectione sit, sine opere erit)... El amor no puede estar ocioso (ipsa dilectio vacare nonpotest)... ¿Por ventura se os dice no améis nada? No. Si no amáis nada, seréis perezosos, dignos de ser aborrecidos, miserables; estaréis muertos. Amad, pero pensad qué cosa améis. El amor de Dios y el amor del prójimo se llama caridad; el amor del mundo y el amor de este siglos se denomina concupiscencia» (I, 390s.).

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