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148 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL GONZÁLEZ sheol21 , la oración del enfermo se eleva confiada: «Señor Dios mío, a ti grité: clamavi a d te (v. 3), que se repite en el v. 9: «A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: a d te, Domine ; clamabam, et a d Deum meum deprecaban, y en el v. 11: «Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor, socórreme: audi, Domine, et m iserere mei, Domine, esto m ibi adiutor». Estrofa 3 : Comienza con una invitación a la alabanza: psallite Domino, sancti eius. La invitación se dirige a los ‘hasidim \ piado­ sos, rectos, justos, fieles (cf. IMac 7, 13), por contraposición a los impíos. El motivo de la alabanza se describe en términos de un paralelismo antitético: cólera y bondad divinas ( indignatio eius / voluntas eius); pero no son dimensiones simétricas, puesto que lo propio de Dios, su bondad, es de por vida, mientras que su cólera pasa rápido28 (cf. Éx 34, 6-7; Núm 14, 18; Neh 9, 17.31; Sal 85, 15; 102, 8; 144, 8). Las antítesis se prolongan en las referencias a la tarde-noche-llanto-muerte y a la mañana-luz-vida-júbilo. En el sal­ terio, «la noche es el tiempo de la súplica y del llanto, y la aurora es el tiempo del oráculo divino de protección y de vida (Sal 16, 15; 45, 6; 89, 14; Lm 3, 23). A la pareja ‘noche-mañana’ se asocia, entonces, como obvia explicitación, la del ‘llanto’ y la de la ‘ale­ gría’. Sólo Dios puede hacer amanecer la aurora, sólo Dios puede 27 Sobre el sheol bíblico, «es suficiente recordar su negatividad fundamental (ver Sal 6, 6 y 27,1), constituye el área que está en las antípodas de la positiva del cielo y de Dios... Fosa, pozo, abismo son los símbolos descriptivos frecuentemente repetidos en el salterio (7, 16; 9, 16; 15, 10; 27, 1; 34, 7; 39, 3; 48, 10; 54, 24; 87, 5.7; 93, 13; 102, 4; 142, 7; cf. Job 17, 14; 33, 18; Is 38, 17), que designan espacialmente este reino de la muerte. A ellos se asocian símbolos de oscuridad y sobre todo sím­ bolos acuáticos, con una evidente evocación del océano caótico primordial, signo de la nada de la que fue extraído el cosmos (Gén 1, 2.6-7; 6-8; cf. IPe 3, 19-21; 2Pe 2, 4-10> (Ravasi, I, 553). 28 «La ‘obra propia de Dios’... determina la comprensión del tiempo... El sufri­ miento, el llorar, se convierte en cosa de ayer, en cosa pasada. Con la nueva maña­ na, que es el momento de la intervención salvadora de Yahvé (cf. Sal 45, 6; 89, 14; 142, 8), hace irrupción el júbilo como elemento que en adelante va a determinar la vida. En el AT la relación del hombre con el tiempo se determina de manera decisi­ va por la cercanía de Dios (Sal 83, 11). Con esa cercanía la vida recibe su esencial plenitud, que encierra en sí el sentido de la existencia. También la ‘obra extraña de Dios’..., a saber, su ira y ocultamiento, aparece claramente a la luz de la experiencia de la salvación» (Kraus, I, 543s.).

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