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SALMOS DE VÍSPERAS DE LA I SEMANA 135 La promesa de Natán a David (2Sam 7) es la raíz de toda gracia y de toda esperanza para la dinastía y para la entera nación. Así se dice también en el Sal 131,11-12: «El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará: ‘A uno de tu linaje pondré sobre tu trono. Si tus hijos guardan mi alianza, y los mandatos que les ense­ ño, también tus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono’». De modo que la realeza davídica es vista como un don divino, porque es fruto de la bendición-promesa hecha por Dios a David. — La segunda bendición divina se refiere a la ‘vida’: «Vitam petiit a te, et tribuisti ei». Dentro de una perspectiva todavía comple­ tamente terrena, la ‘vida larga’ era vista como signo de una bendi­ ción especial de Dios (Gén 25, 8; 35, 29; 50, 23; Sal 60, 7; Pr 10, 27; 28, 16; Job 36, 11; 42, 16-17; Sir 1, 12; 23, 27; etc.). Y Dios bendice al hombre fiel. La fidelidad del rey a la alianza será causa de la ‘pro­ longación de sus años» (Dt 17, 20; cf. IRe 3, 11-14; ISam 10, 24; 2Sam 16, 16). Según Weiser, la expresión ‘años que se prolongan sin tér­ mino’ no alude a la inmortalidad, sino que es un reflejo de una con­ cepción religiosa según la cual, «la vida del rey con la unción posee una cualidad suprapersonal que la hace sacrosanta, puesto que, en última instancia, es vida que viene de Dios» (I, 222). Cf. la reacción de David con respecto a Saúl: ISam 24, 11; 26, 23; 2Sam 1, 14.16. — La tercera bendición tiene por objeto las victorias del rey que son, en la perspectiva de la historia de la salvación, propiamen­ te victorias de Dios. Esta protección divina a un pueblo insignifican­ te contra las potencias militares de entonces es vivida como una muestra del amor particular de Dios para con su pueblo. La especial cercanía de Dios al rey, su vicario, le da a éste una especial aureola de respeto: «Le has vestido de honor y majestad» (magnificentiam et decorem impones super eum). En efecto, «la salvación del rey se expresa además en el ‘honor’, la dignidad y majestad reales, en la ‘soberanía’ y en el ‘poder’, atributos que en el AT son aplicados ante todo a Dios, y manifiestan por eso que Dios da parte al rey en su misma majestad, soberanía y poder» (A. Weiser, I, 222). — Consecuencia y fruto de la bendición incesante de Dios es el gozo. De la bendición divina nace el gozo de la salvación, sobre todo después de la prueba (cf. Sal 4, 7; 15, 9.11; 24, 13; 64, 5; etc.). La traducción litúrgica dice ‘en tu presencia’, pero en el original se habla de manera más antropomórfica ‘delante de tu rostro’: «laetifi-

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