PS_NyG_2003v050n001p0111_0172

SALMOS DE VÍSPERAS DE LA I SEMANA 129 Estrofa 2: La invocación va acompañada —para reforzar su efi­ cacia ante Dios— de un ritual de sacrificios. En concreto se habla de dos clases de sacrificios: — í Ofrendas ’ (sacrifica): son los sacrificios de carácter vegetal de que habla Lev 2. La parte quemada se llamaba ‘memorial’, por­ que recuerda en primer lugar al oferente mismo que él y todo lo que posee es de Dios (le recuerda su pertenencia a Dios), y luego a Dios le ‘compromete’ a recordarse del fiel que le ofrece el sacrificio. — Con el término ‘sacrificios ’ (holocaustum ) se alude propia­ mente a ‘holocaustos’. El holocausto era el sacrificio por antonoma­ sia, porque comportaba la total destrucción de la víctima, que era ofrecida íntegramente a Dios (Lev 1; 22, 17-25). Este sacrificio ‘agra­ daba’ a Dios: con este modo de hablar se estaba expresando el alto valor religioso atribuido a este acto litúrgico. A la vista de los sacri­ ficios que ofrece el rey, vuelve la petición insistente para que Dios sea generoso con él. Según Kraus, «no nos debe pasar inadvertido el hecho de que, en los salmos, hay casi siempre relación íntima entre el sacrificio y la oración (cf. Sal 4, 6; 5, 4). El abuso del sacrifi­ cio consiste en la explotación de poderes mágicos aislados de la palabra y de la vida del hombre« (I, 432). Estrofa 3- «Los cantores (sacerdotales) que —según creemos— hablan en nombre de toda la asamblea reunida» (Kraus, I, 433), repli­ can ahora a la oración de los levitas. Se respira ya el clima de la vic­ toria (laetabim ur in sa lu ta ri tuo), una victoria segura, porque el no es lo mismo luchar en nombre de Dios que luchar con la protección de Dios. En nombre de Dios es como salir en defensa de los intereses lesionados de Dios, dis­ ponerse a vengar una injuria inferida a Dios, cumplir un encargo específico de Dios. Si un monarca extranjero, como Ciro o Nabucodonosor, puede recibir semejante encargo, ¿por qué no el monarca de Israel? El salmo habla de ‘alzar estandartes en nombre de nuestro Dios’, que es como salir al campo de batalla o celebrar la victo­ ria en ademán de paladines del Señor. Recordemos el grito de guerra contra los madianitas: ‘Por el Señor y por Gedeón’ (Jueces 7, 18.20). Luchar con la protección del Señor es actividad más modesta. Es contar con la ayuda de Dios en empresas bélicas en que un monarca se encuentra metido razona­ blemente. El Sal 20 se sitúa en un punto en que no se discute la legitimidad y justi­ cia de la guerra, pues se da por supuesta. Una serie de experiencias dolorosas, ates­ tiguadas en textos variados, demostrarán que el encargo del Señor no se puede dar por descontado y que la protección de Dios no es incondicionada».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz