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126 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL GONZÁLEZ dad, la Iglesia terrestre y celeste. La carta a los Hebreos nos presen ta el ‘tabernáculo’ o tienda de Cristo, que entra ‘de una vez para siempre en el santuario’ celeste (Heb 9, 11). En 12, 22 dice: «os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo». 4. C omentario de S an A gustín ¿Quién puede hospedarse en tu tienda (tabernáculo)? «Duran te esta vida temporal luchamos contra el diablo, y, por tanto, hay necesidad de tabernáculo en el cual nos repongamos; esto signifi ca especialmente fmaximej la fe de la economía temporal ffidem temporalis dispensationisj, que se ha realizado temporalmente por nosotros en la encarnación del Señor» (I, 153) 10. ¿Quién pude habi tar en tu monte santo? Se referiría a la «morada eterna, de suerte que debemos entender por monte el excelentísimo amor de Cristo en la vida eterna fsupereminentiam charitatis Christi in vita aeter- na/»(l, 154). Respecto del dominio de la lengua: «Muchos tienen la verdad en los labios, pero no en su corazón... Luego en poco ha de tener se el hablar verdad si no se halla también en el corazón... Engaña la lengua cuando la boca profiere unas cosas y en el corazón se encu bren otras distintas» (I, 154). El que considera despreciable a l impío y honra a los que temen a l Señor: «La perfección verdadera consiste en que el maligno no tenga poder alguno sobre el hombre; y que esto sea, o se verifique en su presencia, es decir, que conozca [el hombre justo] sin lugar a dudas que el malvado no es nada, a no ser cuando el alma se apar ta de la hermosura eterna e inmutable de su Creador para dirigirse a la belleza de la criatura, que fue hecha de la nada» (I, 154-155). El que no retracta lo que juró... «No haga mal a su prójimo, es decir, a ningún hombre, ni admita agravio contra su prójimo. Estas son acciones de los perfectos, en cuya presencia el malvado ha sido reducido a la nada» (I, 155). 10 Para la edición de la BAC, cf. nota 6.
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