PS_NyG_2003v050n001p0111_0172

124 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL GONZÁLEZ esa persona (cf. el Sal 1, 1)» (Kraus, I, 357). Se nos invita, pues, a no solidarizamos con el impío, aunque, desde la óptica del mensaje cristiano, más bien habría que hablar del ‘pecado’ no del ‘pecador’ como objeto de nuestro desprecio. Una interpretación reducida y literal de este enunciado daría lugar a un maniqueísmo o integrismo no conforme con el espíritu evangélico. Por eso, «el salmo en este punto no supera aquella barrera que el NT ha trascendido (cf. Le 7, 36 s s .; 15,2; Mt 23,5ss.). Elocuente indicio de cuán estrecha sea la relación entre una elevada concepción de Dios y la altura moral»» (A. Weiser, I, 177). El evangelio señala el amor como el motivo más profundo de la ética y el prójimo es todo aquel que tiene necesidad de ayuda (parábola del buen samaritano Le 10, 29ss.). — «El que honra a los que temen a l Señor» ftimentes autem Dom inum glorificatj, aquí se matiza y aclara lo anterior: se nos invita a ser solidarios con los que obran el bien; aquí sí, con las personas. — «El que no retracta lo que ju ró aun en daño propio»fq u i iurat in detrimentum suum et non mutatj, o dicho de otro modo, el que no se vuelve atrás de la palabra dada, aunque le suponga contratiempos y dificultades. Se trata de un llamamiento a la cohe­ rencia y a la fidelidad. En el v. 5 se enuncian las dos últimas exigencias de carácter económico-jurídicas: — *El que no presta dinero a usura»fqu ipecuniam suam non dedit a d usuramj. Así se resume la moral bíblica con respecto a la economía: la prohibición del préstamo con interés: Éx 22, 24; Lev 25, 36 s .; Dt 23, 20s.; Ez 18, 2.13.17; Ne 5, 2-12. Jesús sigue en la misma línea, Le 6, 35: - Prestad sin esperar nada a cambio». Los Padres sos­ tuvieron la misma idea. Dante coloca a los usureros en el círculo más profundo del infierno (Divina Comedia, XI, 109ss.). Esta prohibición contrasta extraordinariamente con la práctica de las sociedades vecinas en las cuales el tipo de interés era muy elevado 9. En esta situación, el deudor se arruinaba con frecuencia y 9 «Sabemos que en el cercano oriente antiguo se comerciaba con el dinero, prestando a intereses monstruosos. En Babilonia se exigía el 33,3 %de interés, y en Asiria, hasta el 50 %» (Kraus, I, 357).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz