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122 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL GONZÁLEZ En este contexto se explica la pregunta por las condiciones exi­ gidas para gozar de la hospitalidad divina, para ser admitido a la presencia de Dios. «Como huésped de Dios el hombre estaba bajo la protección de la paz de Dios de frente a los enemigos..., partici­ paba de la salvación y de las bendiciones de Dios, que en la comu­ nión con él se demostraban eficaces aun más allá de los confines de la casa de Dios» (A. Weiser, I, 175). Las estrofas 2-3-4 forman el cuerpo del salmo. La respuesta del coro de levitas a la entrada del templo no es de carácter legalista, ni mucho menos ritualista. Más bien contiene las exigencias éticas y religiosas indispensables que avalan la autenticidad del culto. Estas exigencias morales, recordadas continuamente por los profe­ tas contra la vaciedad del culto exterior, comprometen la vida ente­ ra del individuo tanto en su dimensión personal como comunitaria o social. No son, ciertamente, exigencias rituales o cúlticas como tipo de dones o de ofertas o de sacrificios... «El AT muestra que el servicio/culto de la comunidad de Yahvé no tiene que ver única­ mente con el arte de realizar el culto y con especiales disposicio­ nes relativas al mismo, no tiene que ver con conductas rituales ni con reglas esotéricas, sino con la vida entera de cada individuo (Jos 24, 15.21.23)» (Kraus, I, 358). En el v. 2 se enuncian las tres condiciones generales: — «El que procede honradamente», de manera irreprensible fsine macula]. Detrás de este enunciado está la imagen, tan grata a la Escritura, del ‘cam ino’, para designar el comportamiento, la con­ ducta: el que marcha por la vida por el sendero estrecho del bien sin desviarse ni a derecha ni a izquierda, sin ceder a la fascinación del camino ancho y llevadero del pecado y de la injusticia..., ése es bien recibido por Dios en su templo. Según Kraus, «es la formula­ ción central del salmo, la cual habla de la verdadera condición fun­ damental para ser admitido... Únicamente la persona que viva de conformidad con el pacto (o alianza) y guarde los estatutos de la relación comunitaria entre Yahvé y su pueblo: únicamente esa per­ sona podrá entrar en el recinto sagrado» (I, 354). — «El que practica la justicia» foperatur iustitiamj, es decir, el que pone en práctica la palabra, la ley, y no se limita a escucharla engañándose a sí mismo (Sant 1, 22ss.). «Que no son justos delante de Dios los que oyen la ley, sino los que la cumplen: ésos serán

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