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SALMOS DE VÍSPERAS DE LA I SEMANA PARA CELEBRAR LA ORACIÓN DE LA IGLESIA INTRODUCCIÓN La plegaria cotidiana de la Iglesia, para cumplir el mandato de Jesús y de los apóstoles de orar sin interrupción (Le 18, 1; lTs 5, 17; Rom 12, 12; cf. OGLH 5.10), gira en torno a dos ejes principa­ les: al despuntar el sol canta a Dios por la obra de la creación y de la resurrección, por la vida que despierta y se renueva, para consa­ grar la jornada y santificar el trabajo; es la oración de la mañana, que se conoce con el nombre de su característica principal, la ala­ banza divina, las Laudes i OGLH 38). El otro punto de apoyo de la Liturgia de las Horas es la oración de la tarde, las Vísperas, al caer el sol, sostenida por la memoria del sacrificio vespertino de Cristo en la cruz que motiva la acción de gra­ cias por los dones recibidos a la vez que elevamos la oración inter­ cediendo, unidos a Cristo, por la salvación del mundo (OGLH 39). El Concilio destacó la importancia de ambas horas litúrgicas: «Laudes, como oración matutina, y Vísperas, como oración vesperti­ na, que, según la venerable tradición de toda la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio cotidiano, se deben considerar y celebrar como las Horas principales» (SC 89a). La fidelidad de la Iglesia a la oración constante y perseverante es una confesión de la primacía de Dios: al orar, la Iglesia afirma que no son sus obras las que hacen avanzar el reino (cf. ICor 3, 6-7; SC 86), que, por tanto, no trabaja desde sí y para sí, sino desde Dios y para Dios por la salvación del mundo. La oración le da a la Iglesia su perspectiva estrictamente teológica: la razón de su ser y misión es Dios. La oración «pertenece a la esencia íntima de la Igle­ sia» (OGLH 9). Por eso, saliendo al paso de una consideración espi­ ritualista y/o juridicista del Oficio divino, la Ordenación General de la Liturgia de las Horas afirma que «la oración pública y comunitaria del pueblo de Dios figura con razón entre los principales cometidos de la Iglesia» (n. 1).