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108 MANUEL LÁZARO PULIDO profesor José Montserrat que decían así: «El historiador no puede contentarse con verificar, dilucidar y clasificar hechos del pasado. En todo caso, esta fenomenología histórica es sólo una parte de su labor. El historiador pretende hallar la explicación de los hechos, es decir, quiere proponer un hecho más general o un sistema de hechos que den razón de multitud de constataciones particulares. En ocasiones esta explicación viene ofrecida por la misma indagación en el pasa do, pero el historiador, si quiere ofrecer una disposición ordenada e inteligible del acaecer histórico, tiene que producir teorías amplias y abstractas que permitan englobar bloques enteros de constataciones fácticas» 233. Era, pues, necesario situar mi perspectiva a la hora de enfocar este trabajo, y las palabras del teólogo alemán lo hacían mejor que yo mismo, sobre todo, en un estudio sobre un pensador medieval como es san Buenaventura con todas sus características: teólogo, filósofo, místico, hombre religioso y de religión, escolástico, franciscano... San Buenaventura se enfrenta a un reto estimulante: explicitar el dogma cristiano, sin rehuir a la realidad que le ha tocado vivir y que en el plano intelectual significan las nuevas formas y métodos que se le presentan. San Buenaventura desde el carácter sapiencial de su pensamiento opera una especie de economía de pensamiento, ¿para qué poner en duda lo que ya sabemos? Sólo cuando sus obligaciones se lo pidan realizará tal cosa. No así será necesario en aquellas refle xiones que atiendan a deseos más personales y místicos. Esto tiene una consecuencia en referencia a la creatura: las claves de su inter pretación no habrán de buscarse por los caminos del ser y del ente, presupuestos que ya se suponen en el dogma y que son evidentes como se explicita en el Itinerarium, una evidencia que expone recor dando modos anselmianos, es decir, evidentes a la razón: 4psum esse adeo in se certissimum, quod nonpotest cotigari non esse»254. La cre atura no es, por tanto, un instrumento de disputa entre Ser y ente. La cosa es clara. El ser finito es creatura, y por ello es finito. En la retina del pensador franciscano la afirmación del IV Concilio de Letrán235. 233 J. Montserrat, La sinagoga cristiana. E lgra n conflicto religioso d el siglo /, Barcelona 1989, 15. 234 Itin., c. 5, n. 2: V, 308b. 235 E. D entzinger , «IV Concilio de Letrán, 1215», o. c., 154.
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