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METAFÍSICA DEL SER INFINITO: LA CREATURA. 47 ma de Dios. Esta convergencia continúa en el pensamiento de Pla­ tón y de Aristóteles. Dios (lo divino) se presenta como el principio de ordenación del cosmos. Sólo el atomismo dio prioridad al azar como fundamento de asociación de lo real. Y si bien esto podía dar pie a una posible solución y relectura desde el cristianismo, el pensamiento griego era ajeno a la doctrina cristiana de origen bíbli­ co, no filosófico. Ni Dios era un ser personal, sino un principio causal, ni la materia era creada, sino eterna y caótica. El Logos grie­ go ordena la materia. El Dios -logos crea la materia. Eso cuando no se negaba, como en el caso de Platón la misma materia a favor del Logos: del mundo inteligible como único real. O se anula al Dios de la Gracia, o se anula la materia. La filosofía cristiana ha de realizar un gran esfuerzo en saber expresar estas disyuntivas. En primer lugar, ha de establecerse la defensa del Dios personal, de la nueva interpretación divina del logos. Ir asegurando el Kerigm ay su explicitación: el misterio Trini­ tario del Dios personal. En tiempos de san Buenaventura este men­ saje central del cristianismo ya está asegurado. Pero la llegada del nuevo pensamiento griego, el aristotélico en su conjunto, plantea nuevas cuestiones y exige formulaciones, que como en los primeros siglos, armonicen estos elementos. Éste es el esfuerzo bonaventuria- no. El Doctor Seráfico da por sentadas las realidades ya discutidas: Dios Uno y Trino: creador, ordenador y mantenedor. Lo que expli- cita no es, pues, quién es Dios, sino cómo es Dios. En cuanto a la creatura, no pone en duda su realidad participada. Lo que intenta es dar una respuesta, desde una perspectiva cristiana de cierta ya tradición, de cómo es esa creatura. La especulación no descansa, pues, en el «ser» de la creatura, sino en «cómo es» la creatura. Y, sobre todo, lo que interesa es cómo debe entender el hombre la creatura. Pues no interesa la física de la materia. Eso no es obra de un teólogo franciscano. Lo que interesa a san Buenaventura es ver qué nos enseña al hombre que razona y contempla, la naturaleza creada. De ahí la dificultad que plantea la filosofía aristotélica, la obra de un filósofo que se preocupa sobre la ciencia y la metodolo­ gía científica. Aristóteles «observa» la creatura dentro de una fase de su método inductivo-deductivo. San Buenaventura «contempla» la creatura desde la significación de la misma en un movimiento de especulación mística. Aristóteles intenta entender la naturaleza y las

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