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46 MANUEL LÁZARO PULIDO primer momento es que entendemos a las creaturas en conexión al ser finito. Ciertamente, al hablar de creatura, podemos entender a todo el mundo sensible, es decir, a todo lo que se puede acceder desde el mundo sensible. Esta tesis es cierta y acertada. No se puede negar que para san Buenaventura las creaturas son mediaciones sen sibles y en este sentido podemos referirnos a los seres finitos, ade más de los que son referidos en los dos primeros capítulos del Iti- nerarium, a la Escritura, los ángeles y los sacramentos, Cristo y el cuerpo humano2. Pero nosotros precisamente nos referimos al sen tido expuesto en el Itinerarium en esos dos primeros capítulos. De este modo los demás accesos sensibles nos servirán para explicitar el ser finito, sino puede resultar como ocurre a menudo que se nos escapen en aras a otras «criaturas» o «creaturas» que pueden parecer «más dignos» y eso sería traicionar nuestro propósito. Intentaremos, pues, que el ser creado no sirva de argumento para explicitar los distintos contenidos del pensamiento bonaventu- riano: su filosofía, su teología, su cristología, su antropología..., sino, al contrario, que estos contenidos nos ayuden a comprender el esta tuto metafísico de la creatura. La originalidad del pensamiento cristiano se centra en la origi nalidad del pensamiento divino. El Dios revelado, el Dios del cris tianismo, no es un algo alejado del hombre. Muy al contrario, le está cercano. Tan próximo, que se comunica con él. Dios, para el cris tianismo, es puro don: amor personal, o lo que es lo mismo: gracia. Esta característica, desconocida hasta entonces, rompe con los esquemas del pensamiento grecolatino. Que el Dios cristiano sea gracia implica otros conceptos como el de creación «ex nihilo», sal vación y comunicación personal. Cuando los primeros filósofos reflexionaron sobre el cosmos, intentaron dar respuestas a la contradicción existente entre las apa riencias del mundo y lo oculto mitológico. El esfuerzo de la razón les aleja, en cierto modo, de la religión, pero las respuestas sobre el orden del cosmos se encuentran en la idea de necesidad que tiene origen divino. En conexión con el cosmos surge ya el proble- 2 R. Zas Friz de C ol, La teología d elsím bolo de San Buenaventura ; Roma 1997, 287.
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