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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (II) 13 mental del pueblo de Dios y de los miembros que lo integran. Este descubrimiento es el que ha hecho que los salm os tengan validez perm anente y que su lectura pueda convertirse en oración aquí y ahora por parte de todos aquellos que han logrado descubrir las cla­ ves para su comprensión. El Sal 94 nos ofrece un buen ejemplo de este intercambio entre el «yo» personal y el colectivo. Un orante que no sólo ve afectados sus propios derechos: «¿Quién se levanta en mi favor contra los per­ versos? ¿Quién está a mi lado contra los malhechores? ¡Si Yahvé no hubiera sido mi ayuda mi alma casi habría estado en el (país del) silencio!» (vv. l6ss.), sino que, además, se siente responsable de todo el pueblo de Yahvé, alza su voz y apela a Yahvé pidiendo su intervención. El salmo comienza con un clamor de apelación a Yahvé, el juez. A Yahvé se le denomina «Dios de venganza», porque de él se espera el juicio definitivo: el juicio sobre las personas y los poderes corruptos, a los que nadie más acusa y condena. La deno­ minación de «Dios de venganza» es sinónima, por esta razón, de «Dios de recompensa» (así lo llama Jer 51, 56). Las invocaciones «manifiéstate», «álzate», «levántate», «despiértate» nos permiten deducir que el orante espera una teofanía. Yahvé debe intervenir porque es el «juez de la tierra». A la tradición cultual de Jerusalén pertenece la antiquísima concepción de que el «Dios Altísi­ mo» es el «juez del universo» (Sal 58, 12; 76, 9ss.; 82, 8) y «el juez de las naciones» (Sal 7, 9; 9, 9.20; 96, 10). Yahvé, con su teofanía, debe hacer que surta su efecto la némesis o venganza, es decir, la retribu­ ción adecuada ante los hechos que obran como un destino. El «ámbi­ to autónomo» de la esfera de hechos que obran como un destino es un ámbito que está sometido al soberano juez del universo 61. La inseparabilidad del «yo» y de la comunidad evita que la poe­ sía sálmica no trascienda el nivel poético; prohíbe convertir el aire renovador del Espíritu en letra muerta e inservible religiosamente por bellas que sean sus imágenes; nos ofrece la posibilidad gozosa de convertir un pasado más o menos glorioso en un presente cargado de experiencias gratificantes y liberadoras; actualiza las vivencias his­ tóricas en fuerza impulsora que nos lleva al encuentro del Creador 61 H.-J. K rau s, o . c ., II, pp. 258-259.

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