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12 FELIPE F. RAMOS expresión. La poesía de Israel ofrecía cauces mucho más amplios para expresar toda la profundidad de una historia de salvación. De este modo el antiguo pueblo de Dios anticipaba lo que se realizaría con mayor profundidad, objetividad e historicidad en el Nuevo: la eucaristía es el fundamento permanente de la nueva alianza; en ella se encuentra el centro de gravedad al que confiere su sentido más profundo; ella realiza la unidad de todas las tribus, de todos los cre­ yentes; en ella convergen, como en el culto de la alianza de Yahvé y de las tradiciones correspondientes, y de ella derivan las diversas peculiaridades de la vida personal, profesional, comunitaria, laboral, religiosa y festiva; en ella se logra la relativización de una religión desnaturalizada y sus expresiones folklóricas y el reduccionismo imprescindible de las leyes innecesariamente multiplicadas. El culto de la alianza y su tradición viva era entendido como una fuerza viva y creadora que rompía las cadenas legales esclavi- zadoras e invalidaba todos aquellos elementos añadidos que impe­ dían la relación personal e interna con Dios. El carácter teocéntrico e histórico-salvífico del culto a Dios abarca todo el acontecimiento salvtfico-sacramental. Lo acerca al pueblo como comunidad y como miembro individual de la misma para que participe de él; para que pueda vivir en el presente lo que fue realizado en el pasado; para que el acontecimiento ocurrido se convierta en suceso ocurrente. Sólo así puede hacerse realidad el título de este apartado: el «yo»* presente es inseparable del «yo» pasado, que existió y continúa viviendo en la comunidad del presente; sólo así puede convertirse en realidad la unión íntima entre la devoción colectiva y la indivi­ dual. Esta unión tenía como consecuencia que los salmos insertaran la experiencia individual en el marco de la tradición comunitaria, de tal modo que el individuo se convertía en miembro necesario de un conjunto en el que participaba de la vida comunitaria. Esta consideración, que puede ser apreciada en las formas genéricas de los salmos individuales, creaba la posibilidad de un camino de ida y vuelta: cada salmo individual podía ser visto como la expresión de la vida comunitaria, con una dimensión colectiva, por tanto, y los estrictamente colectivos se ofrecían a la persona individual, que los podía recitar como propios. Un intercambio que confería a los salmos un aspecto intemporal. Podían ser recitados en cualquier tiempo y lugar como expresión de la realidad funda-

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