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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (II) 35 Porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo que él apa cienta y el rebaño que él guía. No tengáis que oír hoy de él estas palabras: «No endurezcáis vuestros corazones como en Meribá, como el día de Masá en el desierto, donde me tentaron vuestros padres, me probaron, a pesar de haber visto mis obras. Cuarenta años me asqueó aquella generación, y tuve que decirme: Éstos son gente de torcido corazón, que desconoce mis caminos. Por esto les juré en mi ira que no entrarían en mi descanso» (Sal 95, 7-11). Un pensamiento que se halla en conexión con la mentalidad profètica (Am 4, 6ss.; Is 2, 6ss.; 5, 1 ss.). Corresponde a la duplicidad delpensamiento veterotestamen tario del juicio que se manifiesta en la decisión de Yahvé a favor de la comunidad creyente de sus devotos para que participen en el acontecimiento salvifico cultual, la consideración de los impíos y enemigos del pueblo de Yahvé que, vistos desde la ideología de la alianza, también son considerados como enemigos de Yahvé y, por tanto, desplazados al campo contrario, el de la desgracia, el de la exclusión de la dicha. Los hechos salvíficos, mediante los cuales Yahvé ayudó a su pueblo en contra de sus enemigos, se repiten en la actualidad como acontecimientos salvíficos y, por tanto, se diri gen también frente a sus enemigos actuales, que amenazan al pue blo de la alianza o a sus miembros: «Lloverá sobre los impíos carbones encendidos; fuego y azufre, huracanado torbellino, será la parte de su cáliz» (Sal 11, 6). «Ponlos como en homo de fuego. Al tiempo en que te mostrares, Yahvé los consumirá en su ira, el fuego los abrasará» (Sal 21, 10). «Acampa el ángel de Yahvé en derredor de los que le temen, y los salva del peligro» (Sal 34, 8). «Dios en sus palacios es conocido refugio. Habí anse aliado los reyes, y unidos avanzaban. Pero en cuanto la vieron (se refiere a la ciudad de Yahvé, al monte Sión) quedáronse espan tados y, aterrados, se dieron a la fuga. Como lo habíamos oído, así lo hemos visto en la ciudad de Yahvé Sebat, en la ciudad de nues tro Dios. Dios la hará subsistir siempre» (Sal 48, 4-6.9; otros ejem plos tenemos en Sal 55, 10.16; 59, 12ss.; 66, 5-7.12). En los salmos de lamentación la ejecución del juicio se realiza contra los enemigos impíos mediante su expulsión de la comunidad cultual, que es sinónima de su aniquilación: «Sean borrados del libro de la vida y no sean escritos con los justos» (Sal 69, 29). Otros sal-
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