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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (II) 27 la bendición de la presencia de Dios, en la «proximidad» de su gra­ cia y los «impíos», separados de la comunidad de la alianza, exclui­ dos de la participación en la salud y entregados a la maldición de la destrucción (ver Deut 27-28: Jos 24) y, según la fórmula antigua, «borrados del pueblo» (Lev 19, 8; 20, 18). Debe notarse que la tradición histórico-salvífica demuestra una tendencia que acentúa las obligaciones cultuales y éticas en el marco de la alianza de Yahvé. La separación de los impíos de la comuni­ dad de Yahvé en el acto sagrado del juicio (Sal 1, 4; 52, 7ss.), que coincide con la presencia de Yahvé, es decir, con su teofanía para el juicio, se rea liza en e l cu lto d e la alian za : «Ponlos como en horno de fuego. Al tiempo en que te mostrares, Yahvé los consumirá en su ira el fuego los abrasará» (Sal 21, 10). «¡Dios de las venganzas, Yahvé, Dios de las venganzas, muéstrate. Álzate, juez de la tierra, da a los soberbios su merecido» (Sal 94, 1-2). «¡Álzase Dios! Desapa­ recen sus enemigos, huyen a su vista todos los que le odian. Se des­ vanecen, como se desvanece el humo; como al fuego se funde la cera, perecen los impíos ante la presencia de Dios» (Sal 68, 2-3). Cuando los salmos abordan de este modo el tema del juicio lo hacen en la lín ea d e la h istoria salv ífica, tal como es presentado también en el hexateuco (Num 10, 35-36). «¡Álzate Yahvé! ¡Sálvame, Dios mío! Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos, tú le rompes los dientes al impío. Tuya es, ¡oh Yahvé!, la victoria. Venga sobre tu pueblo tu bendición» (Sal 3, 8-9). «Sí, caerán los obradores de la ini­ quidad, serán abatidos y no podrán volver a levantarse» (Sal 36, 13). Es el argumento definitivo de la mutua conexión entre los salmos y el culto de la alianza: «Caigan sobre ellos brasas encendidas, caigan en el abismo, para no levantarse más» (Sal 140, 11). «Quiébrales, ¡oh Dios!, los dientes en la boca. Rompe, ¡oh Yahvé!, las quijadas de estos leoncillos. Desaparezcan como agua que se va; que no puedan lanzar más que dardos despuntados... Gozará el justo al ver el casti­ go, bañará sus pies en la sangre del impío...» (Sal 58, 7ss.). La distinción entre fieles e impios y la exclusión de los últi­ mos de la comunidad ya se había establecido y tenía su lugar ade­ cuado en la celebración del culto de la alianza (Éx 32, 26ss.; Jue 5, 23; Jer 17, 12ss.). El signo distintivo de la pertenencia a la comuni­ dad de Yahvé y de la participación en su salvación era la fidelidad al Dios de la alianza y la obediencia a sus mandamientos. La mal-

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