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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (II) 23 os: «Perezcan así todos los enemigos, ¡oh Yahvé! Y sean, los que te aman, como el sol, cuando nace con toda su fuerza» (Ju e 5, 31). La manifestación de la voluntad de Dios y de la esencia constitutiva de la alianza son las premisas demostrativas del pensamiento del juicio. Y todo este conjunto teológico se remonta a los orígenes más anti­ guos de la fe israelita: «Lejos de ti obrar así, matar al justo con el malvado, y que sea el justo como el malvado, lejos eso de ti; el juez de la tierra toda, ¿no va a hacer justicia?» (Gén 18, 25). El juicio de Yahvé en el culto significa la permanente y, consi­ guientemente, actual decisión y actitud divina de bienestar para sus fieles y de desdicha para los que de él se han alejado; doble actitud inevitable que era proclamada en la ceremonia comunitaria de bendi­ ción o maldición (Deut 27-28). La exclusión de los impíos de la comu­ nidad de la alianza de Yahvé se halla justificada desde la unión de la teofanía y deljuicio. Ravasi nos ofrece ampliamente la unión de ambos temas en el estudio del Sal 50: En la primera escena (w. 1-3) Dios aparece en toda su majes­ tad; es el Dios de los dioses. La expresión tiene un valor superlativo. Le coloca por encima de otros dioses inferiores. Tiene su fundamen­ to en Sión. La segunda escena (w. 3-5) dirige la teofanía a su pue­ blo, a los que se hallan unidos a él mediante la teofanía del Sinaí. Después tiene lugar la teofanía, la confrontación, el juicio o el rib: condena la actitud del pueblo que se ha confundido. Dios no quiere sacrificios de animales, sino el sacrificio de alabanza (w. 7-17). Ésta es la religiosidad verdadera; la ritualista es falsa. La segunda parte del rib (w. 16-23) se dirige a los «enemigos» o impíos, a los que se dice que la religión verdadera se halla determinadapor la conduc­ ta con elprójimo, según la ética establecida en el decálogo, tal como lo manifiestan los salmos de entrada en el santuario (Sal 15 y 24). En el Sal 50 lo acentúan los versos 14-15.23) 73. Yahvé hace su aparición hablando y llamando. La aparición de Dios, acompañada originalmente del fragor del trueno (Sal 29), se realiza aquí enteramente mediante un mensaje en palabras (Sal 50, 7ss.). Desde el nacimiento hasta el ocaso, todo el mundo llega a escuchar la llamada de Yahvé. Él resplandece desde Sión e irradia 73 G. R avasi, o . c ., I, pp. 904-909.

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