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20 FELIPE F. RAMOS si ves a uno enriquecerse y se acrecienta la gloria de su casa; porque a su muerte nada se llevará consigo ni le seguirá su gloria. Aunque en su vida se congratulase: Te alabarán porque has logrado tu felici­ dad’. Tendrá que irse a la morada de sus padres para no ver ya jamás la luz. Pues el hombre, aun puesto en suma dignidad, no entiende; es semejante a los animales, perecedero» (w. 16-21). Los más caracterizados de esta clase general son los salmos sapienciales, que parece tuvieron a los «sabios» por autores. Sus temas característicos son los caminos de la felicidad, la ley, los prin­ cipios básicos de la conducta ética, social y religiosa, el valor de la virtud y particularmente el problema acuciante de la retribución en sus múltiples aspectos 68. Al mismo género pertenecen otros salmos, como el primero: en él se establece la contraposición entre los que tienen su complacencia en la ley de Yahvé, y los impíos, que arre­ bata el viento. Este salmo, anónimo y sin título alguno, es un bre­ viario de sabiduría religiosa, prefacio y síntesis a un tiempo de todo el libro de los salmos. Su enseñanza puede condensarse en el prin­ cipio de que la ley del Señor es lo que hace al hombre virtuoso y le conduce a la verdadera felicidad. El poema es expresión de la fe del salmista en el gobierno pro­ vidente; y lo que él cree y sabe por su experiencia religiosa, lo ense­ ña aquí y lo recomienda. Su carácter sapiencial y su propósito didác­ tico aparecen en su tono, y con ellos su parentesco con el género sapiencial en el vocabulario, estilo y formas. Sus vecinos más cerca­ nos en el salterio son los otros salmos que hablan de la ley (Sal 19 y 119); pero tampoco están fuera del contexto los que tocan el pro­ blema de la retribución (Sal 10, 14, 36, 52, 94, 112, 128, 139-..) 69; el Sal 112, que canta su bienaventuranza y la de los suyos por su con­ ducta regida por el temor del Señor, y el despecho del impío, que, al ver la suerte favorable del justo, rechina los dientes y se pudrirá en su interior al ver que sus deseos quedan frustrados. El Sal 128 añade a los anteriores un final sumamente elocuente porque pone de manifiesto que la poesía sapiencial dio un paso de gigante al ser aceptada en el culto a Yahvé, en su liturgia, acomo- 68 A. G o n z á le z , o . c ., p. 34. 69 A. G o n z á lez , o . c ., pp. 52-53.

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