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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (II) 19 La permanencia en la alabanza, del himno o del evangelio eter­ no , convierte la fe del orante en un mayor estímulo para la celebra­ ción de la misma en el culto, logrando la armonía de sentimientos incluso opuestos, como, aparentemente al menos, son los que expresan el sufrimiento y la consiguiente lamentación y, al mismo tiempo, celebran la acción de gracias, que se ve garantizada porque Dios es fiel y lo que hizo en el pasado seguirá haciéndolo en el pre­ sente. La armonía conjuntada confirma el evangelio eterno de Dios, que, normalmente, termina en una parénesis obligada y agradecida: «Alégrense cuantos a ti se acogen, alégrense por siempre. Que gocen de tu protección y puedan en ti regocijarse cuantos te aman» (Sal 5, 12). «Mi posteridad te servirá, hablará de Yahvé a las genera­ ciones venideras. Y predicarán tu justicia al pueblo que ha de nacer, por haber hecho esto Yahvé» (22, 31-32). «Y alégrense y salten de júbilo los que están en favor de mi inocencia, y digan siempre: «¡Ensalzado sea Yahvé, que dio paz a su siervo!» (35, 27-28). «Siempre te alabaré por lo que has hecho, y esperaré en tu nombre, porque eres benigno en la presencia de tus santos» (52, 11). «Pero los que tienden asechanzas a mi vida, bajarán a lo profundo de la tierra. Serán dados a la espada, serán pasto de chacales» (63, 10-11) 67. Tanto el «evangelio eterno» del Apocalipsis, como el evangelio de Jesús en sus cuatro versiones, como el de Pablo que habla de «mi» evangelio (ITes 1, 5; Gál 1, 6-7; Rom 2, 16), como el resto del NT, se benefició y enriqueció con múltiples adherencias importadas del entorno cultural respectivo. Lo mismo ocurrió con el «evangelio eterno», al que nos estamos refiriendo al hablar de los salmos. Se enriqueció con la enseñanza de los salmos didácticos. Se llaman así porque su común denominador es la tendencia a enseñar. Son con­ siderados como tales los siguientes: 1, 37, 49, 73, 78, 91, 101, 112, 119, 127, 128, 133, 139. A veces nos encontramos con proverbios sapienciales breves: 127, 1-3; 133, 1-3. Más amplio y más explícitamente designado como poesía sapienciales el Sal 49, 2-14: «Pero Dios rescatará mi alma del poder del abismo, porque me elevará a sí. No te impacientes, pues, 67 Sal 5, 12; 22, 31-32; 30, 13; 31, 24; 32, 10-11; 34, 12; 35, 27-28; 41, 2ss.;52, 11; 61, 9; 63, 10-11; 64, 10-11; 69, 31 ss.;71, 6; 86, 12.

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