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516 ANTONIO DE OTEIZA Pero no es suficiente con decir, señalar aquello que no debe ser. Hay que señalar en lo posible el modo de cercanía de la obra con la naturaleza a la que hace referencia. Esa naturaleza, que decimos que está en situación dolorosa, agredida por parte de los egoísmos del hombre, recibe la mirada de la obra de arte, motivo de reflexión esa realidad herida. Cada individualidad lo podrá realizar de distinta manera, es la diversidad en la creatividad. Pudiera ser que el informalismo fuera el estilo para lo multitu­ dinario cuando se hace cotidiano, informalismo vital y cambiante, que ése es el comportamiento que tienen las selvas y los ríos, así también las nubes en sus días. No puede decirse que sea de ésta o de la otra forma, también cada lugar vendrá a determinar a esa escultura pública, cada una surgirá con naturalidad desde ese lugar concreto, hacia una natura­ leza en proximidad o lejanía, en destrucción o desolación, posible­ mente también cargada de vida, y esa escultura haciéndose eco, amplificando, insistencia y compañía. Una escultura pública, o no pública. Una escultura sin símbolo alguno, sólo plasticidad, en semejan­ za de la naturaleza en la que está y a la que hace referencia. Podemos poner un ejemplo de trabajo, utilizar una serie de placas de arcilla: con el alambre se separa el barro de la tabla a la que está pegada, y a ese filete que ha quedado en la tabla se sepa­ ra con la espátula, es una placa dúctil, y se comienza con ella la composición, la verticalidad, lo horizontal, el ritmo, la proporción, se está con la mente y el sentimiento, en busca del lenguaje de cada plano o volumen, y puede aparecer la violencia, el afecto, la soledad, lo angustioso o la complacencia, con atención, nos crece la sugerencia, en búsqueda de la respuesta, y se sigue en esa insis­ tencia por llegar al encuentro, a lo adecuado a través de ese mover, componer, descomponer, componer los planos. Es el boceto, que esa composición tenga vida, palabra desde esa composición de planos, materializar en ellos la intuición. La curvatura afectuosa, la agresividad de las rectas, aparece una infinidad de apreciaciones, tantas como las que nos ofrece la natu­ raleza.

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