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LA NATURALEZA HERIDA Y EL ARTE * Nuestro ser humano aparece a la existencia como una criatura más de la naturaleza, y nuestros sentidos se abren a este paisaje, nos cruzan los vientos y las lluvias, los pies en la tierra, alargamos los brazos para que el fuego caliente nuestras manos, así es nuestra hermandad con la naturaleza, desde ella llegamos y en ella vivimos. A la vez, aportamos a este nuestro universo algo que traemos como propio y original, una cierta racionalidad, con nuestros dedos dibujamos en la arcilla blanda, nuestras manos las manchamos de rojo y dejamos sus huellas en las paredes de las cavernas. Así pudieron ser nuestros primeros contactos con la naturaleza a la que llegábamos, ya entonces dejamos nuestra presencia, la pala­ bra que todavía no estaba escrita, la noticia de nuestra llegada. La naturaleza debió quedar conmocionada por la llegada de este nuevo animal capaz de enseñorearse de los demás seres con los que comenzaba a convivir. Por las aberturas de las cuevas donde se resguardaba el hom­ bre pasaban ciervos, bisontes, caballos, proyectaban sus sombras a la luz del día al fondo de aquellos escondites, y el hombre quiso detenerlos, cazarlos, y ahí siguen todavía sus pinturas en el resguar­ do de aquellas sombras. Desde aquellas primeras pintadas, el ser humano, observador de la naturaleza, se comenzó con eso que llamamos arte . La naturaleza lo es todo para el hombre, seguimos el mismo camino, con la mirada al sol y a las aguas, vivimos y morimos por las mismas abundancias y las mismas ausencias y nuestros sentidos se alegran con su cercanía, ella es para el hombre la «madre tierra», y lo es para su cuerpo y para su mente. El hombre en la selva vive y convive con esa naturaleza, y va creciendo de su mano; su pedagogía a ninguna otra es comparable, * Texto de la conferencia pronunciada por el autor en el teatro de Alboraya (Valencia) el 25 de abril de 2002.

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