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EL CISMA EN LA IGLESIA CATÓLICA 497 ción-inculturación» del Mensaje en el mundo contemporáneo. La urgencia- importancia de esta tarea la reconocía el papa Juan Pablo II, en una alocución al Consejo Pontificio de la Cultura, el 18-1-1983: «El diálogo de la Iglesia con las culturas de nuestro tiempo es el terreno vital en que se decide el destino de la Iglesia y del mundo en estefinal del siglo xx». Y en toda época, como es obvio. 1. La tarea que se expresa con la doble palabra de «aculturar- inculturar» se ha de realizar, como se dice continua y acertadamen­ te, según la ley de la encarnación. La expresa untextolitúrgico en el momento oportuno, en los días de Navidad: «¡Qué admirable intercambio! El Creador del género huma­ no, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hom­ bre sin concurso de varón, nos hace partícipes de su divinidad». Al Hijo de Dios nosotros le dimos de lo nuestro y recibimos de lo suyo. Un libro sobre Jesucristo lleva un título publicitario, pero que sin duda tiene su aquél: Jesús , el hombre que «evangelizó» a Dios (R. Lumeau). El Hijo de Dios trasformó al Hombre Jesús de Nazaret, pero este hebreo del siglo i de nuestra era imprimió su idiosincrasia en la forma de expresarse la Palabra divina ante los hombres. Si hubiera hablado por Confucio hubiera dicho su Mensa­ je, lo hubiese aculturado-inculturado en otras palabras. El ‘admirable intercambio’ se hubiese realzado bajo otras formas de expresión. 2. Esta tarea de aculturación-inculturación es vital para que la Palabra se encarne de nuevo, en cada nueva generación, en las palabras, en la cultura de hombres. Surge la duda de si la Iglesia está realizando satisfactoriamente esta tarea en el comienzo del siglo xxi. De ello dudan el ensayo de P. Prini y otros muchos observado­ res interesados por este problema. No es que se quiera sentar cáte­ dra de «maestro de la sospecha«. Pero la historia ofrece ejemplos sobre el incumplimiento de esta tarea, a cargo de quien correspon­ da: Vestigia terrent, como dice la fábula. Hay casos aleccionadores. El historiador A. Harnak dijo la frase que se hizo famosa y aceptada por muchos: si el concilio Tridentino se hubiera celebra-

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