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496 ALEJANDRO DE V1LLALMONTE de la misericordia’. Lo es efectivamente. Pero es innegable que, durante siglos, tanto en la administración pastoral como en la expli­ cación doctrinal del mismo, ha estado dominado por «la teología de la pena» que venimos comentando. Se resaltaba en él, se ponía en primer plano el carácter judicial del mismo: la reconciliación se reali­ za «a modo de juicio» (per modum iudicii), decían todos los manua­ les de teología. El sacerdote oficia de juez en representación de Cris­ to y de la Iglesia. El pecador es el reo que debe acusarse a sí mismo de todos sus pecados con la mayor minuciosidad posible, a fin de que el juez-sacerdote pueda instruir la causa y negar o denegar la absolución del reo. Ya esta minuciosa (y, en casos, ‘vergonzosa’) autoacusación se imponía como una ‘penitencia’ (penalidad) inicial. Pero luego venía la imposición de la satisfacción (una pena-castigo) como parte integrante, indispensable para correcto cumplimiento del rito sacramental. Como motivo preponderante (no exclusivo) para imponer estos actos ‘penosos’ se aducen las exigencias de la teolo­ gía de pena: perdonado por Dios y por la Iglesia el pecado en su «reato de culpa», la justicia de Dios y la de la Iglesia exigen satisfac­ ciones para que la trasgresión quede condonada también en cuanto al «reato de pena». El perdón de la culpa en cuanto tal, es del todo gratuito-gracioso, pero la reconciliación del pecador cristiano, en su globalidad, es penosa, laboriosa por exigencias de la justicia, de la justicia divina y eclesiástica. Esta teología y esta praxis daban como resultado connatural, inevitable el que la administración (más que celebración) del «sacramento de la misericordia» quedase recubierta por los elementos jurídicos, legalistas, penitenciales y onerosos. Cau­ santes, muchas veces, de innecesarias y sobreañadidas las torturas de conciencia en confesores y confesados. Y provocadores del ‘auto­ ritarismo’ por parte del sacerdote visto como juez y administrador de la justicia de Dios y de la justicia de Iglesia. 10 ÁGGIORNAMENTO, ACULTURACIÓN-INCULTURACIÓN DEL MENSAJE El finalizar nuestras reflexiones nos encontramos con la tarea que motivó el libro de P. Prini y nuestro comentario al mismo: la tarea de aggiornamento propuesto por el papa Juan XXIII. Este aggiornamento se ha querido continuar en años posteriores bajo otra designación y tarea de horizontes más amplios: la tarea de «acultura-

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