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494 ALEJANDRO DE VILLALMONTE tantismo posterior no deja de tener base real en los hechos históri­ cos. La teología de la pena abría el camino hacia ellos 38. 8. L a teología del purgatorio La enseñanza católica sobre el purgatorio, sobre la necesidad y el hecho de una purificación ultraterrena de los justificados, es uno de los casos más patentes de la aplicación de la «teología de la pena». Es indudable que lo que se llama en forma genérica «culto» a los muertos, a los «antepasados», puede tener para el católico fun­ damentos humanos, psicológicos, culturales, tradicionales similares a los que tiene en otras religiones y culturas. Que incluso ejercen este ‘culto’ en formas más ostentosas que los católicos. Nota específica de los católicos es el hecho de «los sufragios», preces y oraciones por los fieles difuntos. Con la intención de que sirvan ante Dios de expiación-satisfacción por los pecados cometidos en vida, ya perdo­ nados «en cuanto a la culpa», pero que mantienen incumplidas las exigencias del reato de pena, sufrir la pena debida a la justicia de Dios por los pecados ya perdonados. Sigue vigente, incluso des­ pués de la muerte, la consigna lanzada por el jurisconsulto Tertulia­ no en siglo ni: o satisfacción o castigo (aut satisfactio aut poena). 1. Sin entrar en toda la problemática mantenida en torno a esta figura teológica, señalamos en primer lugar: 1) admitimos que sea necesaria una «purificación» ultraterrena del cristiano imperfecto, todavía puede preguntarse si la purificación ocurre en un instante, es un ‘acontecimiento’, o tiene lugar en un estado, en una situación teologal que se supone más o menos duradera. Me parece más pro­ bable la opinión de varios teólogos modernos que hablan del «pur­ gatorio» ultraterreno como de un «acontecimiento» instantáneo según 38 La postura del Lutero y del protestantismo ante la «teología de la pena» es ambivalente. Por una parte, parece llevarla al paroxismo al contemplar la Cruz como la máxima manifestación de la ira de Dios contra el pecado. Pero luego, las obras del justificado son desacreditas en cuanto intentan ofrecer a Dios una satis­ facción por el pecado perdonado. Sería una pretensión de un hombre «orgulloso» del valor de sus obras. Un desacato a la suficiencia de la satisfacción de Cristo. Por diversos motivos, tanto Lutero como los católicos malentienden la «teología de le pena» en sus respectivas teologías.

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