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480 ALEJANDRO DE VILLALMONTE 6 . I nfierno , ¿ verdad eterna ? Hace algunos años publiqué varios artículos bajo este mismo enunciado, pero sin interrogación 25. Este cambio de signo ortográ­ fico podría significar el cambio de enfoque, el nuevo tratamiento que conviene dar a una reflexión crítica sobre el infierno, treinta años más tarde. Porque parece que es esta una de las zonas de nuestro credo donde el cisma sumergido podría estar más a la vista, si vale la paradoja. Tenemos que ser breves, entre otros motivos, para no aumentar el cúmulo de «literatura infernal» ya existente. Se ofrecen algunas propuestas para colaborar a que el infierno en lo que tiene de «verdad eterna» logre una m ejor acu lturación - incul- turación en el mundo d e sigo xxi. 1. El sentido ético más elemental y universal parece exigir que la suerte final de los verdugos no haya de ser la misma que las de las víctimas. También la Palabra de Dios dice en forma tajante: «los injustos no h eredarán el Reino de Dios »(ICor 6, 9). Como cada hom­ bre puede llevar a ser ‘injusto’ es obvio que sobre cada individuo humano pesa la posibilidad real (la responsabilidad abrumadora) de ser excluido del Reino de Dios. Esta grave responsabilidad se iden­ tifica con el misterio d e la libertad: la del hombre y la de Dios. 2. Excluidos los «injustos» del Reino de Dios, ¿cuál es su suerte ulterior? ¿Qué contenido concreto, positivo, encierra esta «exclusión» del Reino? La respuesta parece que se ofrece del todo clara en nume­ rosos textos bíblicos y en todos los catecismos: la justicia d e Dios los castiga a l *in fierno’26. Sin embargo, cabría recordar aquí las sere- 25 A. d e V illa lm o n te , «Infierno, verdad eterna», en Naturaleza y Gracia, 10 (1963) 3-36; 217-263; Id., «El infierno en la cura de almas», en Naturaleza y Gracia, 11 (1964) 3-49; Id., «¿Residuos mitológicos en la enseñanza del NT sobre el infier­ no?», en Lumen, 16 (1967) 437-347. Un interesante libro reciente: G. M in o is, Histo­ ria de los infiernos, Barcelona: Paidós, 1994. 26 «Infierno» lo define la DRAE como «lugar destinado para castigo eterno de los que mueren en pecado mortal». Seguro que la DRAE se habrá asesorado con algún teólogo para proponer esta definición. El Catecismo de Astete, popular en España desde el siglo xvi, dice que el infierno es «el lugar donde van los condenados para ser atormentados con terribles tormentos». Ambas definiciones reflejan bien el origen mítico e imaginativo, el contenido cultural de la palabra y de la figura del «infierno- tradicional, de su uso y abuso entre los teólogos y entre la gente. Pero da una idea

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