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EL CISMA EN LA IGLESIA CATÓLICA 479 3. Agustín y sus seguidores creían dar una interpretación y fundamentación teológico-religiosa a su teoría de la libido sexual, pero en realidad están siguiendo pautas de la ética estoica. En el mejor de los casos, porque la influencia del maniqueísmo, del gnosticismo y de las sectas encratitas es indudable, y ha sido seña­ lada por los historiadores. Agustín recoge varios textos estoicos para confirmar su teoría, en su polémica contra Julián de Eclana. Este obispo, aunque conocía, tal vez incluso mejor que Agustín, la ética de los estoicos, hacía de ella una utilización más cristiana y más razonable que la de su oponente el obispo de Hipona. La razón de fondo por la cual tanto los estoicos como Agustín man­ tenían una ética sexual tan rígida era su concepto excesivamente idealista, y artificialmente sublimado del espíritu humano. El dis­ frute del placer sexual «impide totalmente el uso de la razón». En este sentido lo humilla, rebaja su dignidad de imagen de Dios al nivel de los brutos. San Gregorio de Nisa dice que, como conse­ cuencia del pecado original, los humanos ejercen la sexualidad m ore brutorum , cono los animales. El propio Agustín cita a Cice­ rón como mantenedor de esta convicción: «lo qu e es bueno en un ca rn e r o , no es bu eno en Publio A fricano »24. Ideas que ocurren y perduran durante la Edad Media y hasta en fechas posteriores, entre los moralistas cristianos. Sólo el hombre del paraíso, recién salido de las manos de Dios, tenía el dominio hegemónico, per­ fecto de la concupiscencia. Y podía ejercer una sexualidad plena­ mente controlada por el espíritu, con imperturbable, ‘estoica’ sere­ nidad y, por eso, sólo entonces se ejercería sin pecar. 24 Réplica a Julián, lib. 4, c. 9, n. 61; PL. 44, 767. Y alaba unas elegantes palabras de Cicerón: «la voluptuosidad, cuando su movimiento es muy violento, es enemiga, en sumo grado, de la filosofía, pues los altos pensamientos son incompa­ tibles con el placer corporal». «¿Quién, en el apogeo del goce, puede pensar en su alma, razonar, prestar atención a cualquier cosa?», I d ., lib. V, c. 10, n. 43; PL. 44, 808. Puede verse la obra de P. B ro w n , El cuerpo y la sociedad. Los hombres, las mujeres y la renuncia sexual en el cristianismo primitivo, Barcelona: Muchnik, 1993. En ella se aprecia la variedad de factores extracristianos que intervienen en la for­ mación de las ideas que sobre la sexualidad manejaban los cristianos de los prime­ ros siglos. Y que han permanecido casi invariables, con todas sus limitaciones, hasta fecha reciente.

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