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478 ALEJANDRO DE VILLALMONTE la que en torno a ella ha surgido durante siglos. La ‘concupiscen­ cia-libido’ se dice de muchas maneras: libido de poseer, libido de dominar, libido de conocer (curiosidad). Pero sobre todas ellas cam­ pea la libido sexual , la concupiscencia por excelencia. Es conocido el apotegma acuñado al respecto por Agustín y repetido por toda la tradición: la concupiscencia es hija del pecado y madre del p e c a ­ do: hija del pecado de Adán, madre de los pecados en sus descen­ dientes. En el hombre caído toda la libido, deseo, complacencia en el placer está corrompida, está connaturalmente desordenada. Por tanto, se sigue que cualquiera de sus manifestaciones es por defi­ nición, connaturalmente pecaminosa, en mayor o menor grado. La rebelión de la carne contra el espíritu, es castigo de Dios por la rebeldía del espíritu contra Dios en el inicio de la historia. La rebe­ lión de lo carnal contra lo espiritual se manifiesta en forma para­ digmática, prototípica en la rebelión de la sexualidad contra la razón. Así lo testifica en el siglo xm un destacado teólogo agusti- niano, san Buenaventura: *Por justo juicio de Dios, sucedió que le fuesen desobedientes sus propios inferiores y, sobre todo, en las partes en que se verifi­ ca la unión de los sexos, los miembros que sirven a la genera­ ción »23. El trasfondo pecaminoso de cualquier ejercicio de la sexuali­ dad, del apetito, libido-concupiscencia sexual lo ve manifestado Agustín en el fenómeno de la vergüenza que acompaña siempre al ejercicio de la sexualidad, incluso en los esposos más morigera­ dos. Por eso, a todo apetito sexual lo califica él reiteradamente de «libido vergonzosa» (= pudenda libido) que únicamente se justifica para lograr un bien mayor, propagar el género humano. 23 Breviloquium, p. III, c. IV; Opera Quaracchi V, 233. La relación entre peca­ do progonal y el desenfreno de la sexualidad viene de antiguo. Así, con mayor o menor claridad, Ireneo, Clemente de Alejandría, G. Niseno, san Agustín. Y se man­ tiene con vigor hasta nuestros días, al menos al nivel popular, en literatura, en la pastoral. Tanto en referencia al pecado original «originante» —el cometido por Adán- Eva en el Edén— , como al original «originado», de cuya persistencia operativa en cada hombre dicen que da fe la desbordada concupiscencia-libido sexual, hija del pecado y madre del pecado.

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