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EL CISMA EN LA IGLESIA CATÓLICA 471 sia católica (1982), salvo modificaciones redaccionales, mantiene la misma doctrina del concilio de Trento (1546). Lo mismo ocurre con la ‘teología oficializada’: se mantiene la doctrina del pecado origi­ nal como «perteneciente a la entraña del Evangelio» (J. L. Ruiz de la Peña, 1992). Sin embargo, entre la gente cristiana se puede decir lo que se dice de Satanás: el pecado original se encuentra en horas bajas. La gente medianamente culta conoce y acepta la teoría evolucionista sobre el origen el hombre. Ya no entiende la narración de Gén 2-3 con la literalidad ingenua con que fue leída durante milenios, inclu­ so por los más grandes teólogos cristianos. El jardín del Edén, las figuras de Adán, Eva, la Serpiente, el proceso de la tentación, el fruto (manzana) que comieron: todo ello es interpretado como una narración tipo parabólico (lo cual no sería nada desacertado). Tam­ bién puede ser tema de comentarios entretenidos y folclóricos 13. A ese nivel popular, lo que la gente cristiana considera del todo intolerable en la enseñanza tradicional es: 1) que se les diga que su Dios, por el pecado de Uno, castiga a toda humanidad, por los siglos de los siglos, con «tanta miseria» en la tierra y en pers­ pectiva de perdición eterna; 2) que se les diga que, ya en el pri­ mer instante de su ser contraen, heredan, se contagian con el peca­ do de Adán, cuando no han hecho nada; ni bueno ni malo. Como si se tratase de un pecado ‘infundido’ —milagrosamente— en el alma de cada niño, con el primer latido de su vida 14. 13 En el lenguaje coloquial español ser un -adán» es ser un «hombre deshila- chado, sucio o haraposo; hombre apático y descuidado» (DRAE). Hilarante ironía de la gente frente al sublime Adán de los teólogos cristianos durante dos milenios. Ya en el siglo v, Julián de Eclana se atrevía a decir que el Adán del Gén 2-3 le parecía más bien ‘un pobre hombre’, carente de sensatez. De todas formas, no se olvide que la narración de Gén 2-3 ha sido tema inagotable de rica creación artísti­ ca en Occidente. Que no dejaba de intuir, en muchos casos, el contenido simbóli­ co original del relato. La misma tradición patrística y posterior era incansable en subrayar el contenido «alegórico» del relato. Lo cual podría ser signo de que la usual interpretación historicista no terminaba de satisfacerles. 14 Los teólogos neoescolásticos dicen que el ‘pecado original’ es ‘pecado’ en sentido -analógico». Creen evadir así la dificultad de hablar de un pecado «original- heredado». Pero llamar «pecado» a algo que se hereda, que se contagia por el pro­ ceso biológico de la generación, más que una «analogía» parece una ‘retorsión’ de

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