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452 ALEJANDRO DE VILLALMONTE carentes de interés para la misma cultura secular en la que la Iglesia está situada y él personalmente inmerso. En la presentación del libro (pp. 7-12) se señala el motivo de sus reflexiones y se esboza la temática general del libro. Empieza recordando el programa de aggiornamento propuesto por Juan XXIII al inicio de su pontificado. Programa recibido por la mejor y más sana parte del pueblo cristiano como si, en la vetusta casa solariega de la Iglesia católica, se hubiera abierto un amplio ventanal para dar entrada al aire refrescante. Se le invitaba a la Iglesia a salir del gueto cultural y, por derivación, religioso-espiritual en el que estaba volun­ tariamente varada, y abrirse con generosidad al mundo moderno, a su cultura, a su modo de ser, pensar y sentir. La entera actividad del Vaticano II quiso caminar en esta dirección. La Constitución Pastoral sobre la Iglesia y el mundo moderno (Gaudium et Spes) sería el texto más significativo en este empeño. Sin embargo, pasado aquel primer entusiasmo, en los dos últimos decenios se está constatando que la tarea del aggiornamento se ha ido paralizando, como si hubiese un intento de volver a cerrar las ventanas recién abiertas y dar por ter­ minado el proceso de renovación del aire. Incluso podrían detectar­ se señales de involucionismo, de retroceso hacia los viejos cuarteles de invierno. Por principio, nadie se atreve a negar la necesidad y hasta la urgencia de la aculturación-inculturación del Mensaje en el seno de la sociedad y mentalidad del hombre de hoy. Pero parece que, en los empeños cotidianos concretos, se desatienden las carac­ terísticas específicas con que los grandes problemas eternamente humanos han de ser tratados en la actualidad. La cultura moderna, explica Prini, está basada en la intersubje- tividad, en la reciprocidad activa entre el que comunica y el que recibe; concede un protagonismo, antes desconocido, al saber empí­ rico-científico; es dialogal; somete a crítica radical incluso a lo que parecía ser lo mejor y más saneado de sus propias creaciones; sien­ te una repulsa casi instintiva hacia todo lo que signifique ejercicio de au to r id a d impositiva. Incluidas las enseñanzas que la Iglesia quiere imponer como ‘doctrina de fe y costumbres’, según vieja fór­ mula. Como temas más concretos sometidos a crítica, a cotidiano desencuentro, se señalan el tema de Satanás; el tema del pecado original, con el sentimiento morboso de culpabilidad provocado por

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