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468 ALEJANDRO DE V1LLALMONTE nuestra debilidad o nuestra malicia. O bien queremos insinuar que nosotros, para nosotros mismos, somos incomprensiblemente, absurdamente malos. O se recurre a Satanás para cargar de toda perversidad ciertos comportamientos de nuestros semejantes. Apa­ rece entonces el llamado fenómeno de «demonización» de perso­ nas, grupos humanos, instituciones, de tan larga y triste historia. 7. Dentro de este campo del símbolo entra un fenómeno his­ tórico y cultural mencionado por H. U. von Baltasar 8. Satanás es presentado en numerosas ficciones literarias como el prototipo subli­ m ado de la rebelión del hombre contra Dios: Milton, lord Byron, Sartre y otros. Un Dios que ha creado al hombre tan frágil, tan proclive al mal; un ser que es castigado como culpable desde su entrada en la existencia, según la teoría del pecado original; al que se castiga duramente por el hecho mismo de existir, pues «el mayor de delito del hombre es haber nacido». Otras veces lo demoníaco puede simbolizar fuerza de la negatividad, del mal en el devenir de la historia, «la negación creadora» (Hegel). P. Tillich prolonga el simbolismo de lo demoníaco hasta el interior del concepto huma­ no sobre Dios en quien el hombre experimenta no sólo lo «Fasci­ nante», sino también lo «Tremendo». Este Tremendum de lo divino, que parece inevitable en toda experiencia religiosa, es lo que P. Tillich llama lo «demoníaco» en la Divinidad. Que podría identifi­ carse con la Ira de Dios de que habla la Biblia y la teología cris­ tiana en tantas ocasiones. A nivel humano, lo demoníaco podemos verlo manifestarse en lo monstruoso y en lo sublime. 8. Satanás ba sido utilizado abundantemente en funciones de teodicea , es decir, p a r a exculpar a Dios de que exista «tanta mise­ ria» en la historia humana. Sobre todo al cristianismo, como reli­ gión monoteísta y por su fe en el Dios Padre, le ha sido impres­ cindible encontrar algún otro agente que no sea Dios, para atribuirle la introducción del sufrimiento en el mundo. Para eso ha 8 H. U rs v o n B a lth a s a r , El problema de Dios en el hombre actual, Madrid: Eds. Guadarrama, 1966, pp. 249-285. Así, el monumento al «Ángel caído- de R. Bell- ver (1876), que se yergue en el parque madrileño de El Retiro «solo, frente al cielo vacío, como derribado por un rayo, el Satán magnífico es un desafío frente a Dios y los poderes» (G. Minois). Símbolo escogido por el anarquismo radical como reali­ zador de su consigna de rebeldía total: ¡ni Dios ni amo!

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