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466 ALEJANDRO DE V1LLALMONTE diga que Dios trae o deje que vengan otros seres más fuertes que nosotros para poner a prueba nuestra frágil vida espiritual. Me pare ce inaguantable la afirmación de que Dios, para castigar el pecado de Adán y de toda su descendencia, los entrega al dominio de Satanás (DS 1511). Aunque se añada que Satanás actúa bajo el con trol de Dios. Siempre será inevitable pensar y decir que Dios está ejerciendo aquí la dimensión penal y castigadora de su justicia en una forma que resulta incompresible para los que creemos que Dios es nuestro buen Padre celestial. 6. Colocada la figura de Satanás en el campo de lo mítico-sim- bólico, queda la tarea de explicar el contenido de este símbolo1. Lo primero que ocurre decir es que Satanás es la personifica ción (encarnación simbólica) de todas las fuerzas perversas, imper sonales, anónimas, inconscientes y subconscientes, pero muy rea les que operan en nuestro mundo: en el cosmos, en la historia (en la sociedad, en la cultura), en el fondo último del corazón del hombre . En torno a Satanás se ha realizado lo que los retóricos llaman «prosopopeya» que, según la define el DRAE, es actividad mental e imaginativa que consiste en atribuir a las cosas inanima das o abstractas, acciones y cualidades propias de seres animados, especialmente del hombre. Pondríamos, como ejemplo ilustrativo, las «personificaciones», la creación de personajes que operan en los Autos Sacramentales: la Soberbia, la Envidia la Lujuria, etc. Satanás tendría similar hechura, similar función significativa y comunicativa. Nadie negará que la Envidia sea una realidad que existe en el mundo de los hombres, que tienta, que domina, que induce a los hombres a actos perversos. No se ve inconveniente en que podamos identificar al Diablo con la Envidia y concederles idéntico estatuto ontologico, pues por la envidia del Diablo entró el Pecado en el mundo (Sb 2, 24). Sin embargo, nadie trata a la 7 En todo nuestro comentario, al utilizar la palabra mito-símbolo, nos aleja mos del concepto racionalista (siglo xix) que lo equiparaba a la fábula, al relato de fantasía. Muy usual entre filósofos y entre los teólogos. Nos atenemos al sig nificado que le concede la mitología científica de mitólogos actuales como M. Eliade o P. Ricoeur. Así podemos liberarnos tanto del fisicismo craso de la reli giosidad popular en estos temas, como de la metafísica obejetivista de la teolo gía especulativa.
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