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448 FELIPE F. RAMOS que se produjo la unión del culto del rey y del de las tribus. Así nos lo hace pensar el establecimiento de los dos becerros de oro: «Después de pensarlo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: ‘Bastante tiempo habéis subido a Jerusalén: ahí tienes a tu Dios, Israel, el que te sacó de la tierra de Egipto’» (IRe 12, 28). Añá­ danse a ellos los santuarios sembrados por todo el país donde se ofrecían sacrificios (IRe 12, 31-33). En la misma línea se halla la polémica de Oseas contra el culto de Baal y la realeza (Os 4, 11-5; 15). La inevitable fusión de los sentimientos del orante ha influido decisivamente en la unificación de dos clases distintas de Salmos en uno. Esto ocurre particularmente entre los Salmos de acción de gra­ cias y los de lamentación. Su naturaleza les aproxima irremediable­ mente: la gratitud (la acción de gracias) es fruto de la experiencia salvadora ejercida por Yahvé en la necesidad del orante (la lamen­ tación): es la gratitud por la liberación. Pensamiento que se expresa en múltiples Salmos 60. Ya hemos dicho que los Salmos, en su forma actual, no se encuentran en estado químicamente puro. Al manifestarse el orante nos ofrece la narración de la situación en que se encuentra. A conti­ nuación viene, casi por la ley de la gravedad bíblica, la audición de la intercesión. Esta narración de la suerte personal constituía la parte principal más característica del cántico de acción de gracias. Se con­ vertía en testimonio misionero: la persona que había experimentado la salvación de Yahvé manifestaba su sentimiento agradecido a la comunidad presente: «Alabad a Yahvé, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan así los rescatados de Yahvé, los que él redimió de mano del enemigo. Y los que reunió de entre las tierras del oriente y del occidente, del aquilón y del austro. Andaban erran­ tes por el desierto, no hallaban camino para ciudad habitada. Ham­ brientos y sedientos, desfallecía la fuerza de su alma. Y clamaron a Yahvé en su peligro y los libró de sus angustias» (Sal 107, 1-6, y en esta línea continúa todo el Salmo hasta que termina en el v. 42: «¿Quién es sabio que considere esto y ponga atención en los favores de Yahvé?»). 60 A. W e is e r, o . c ., I, p. 50.

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